El destrozo social que el gobierno de la Nación está unas veces consintiendo y otras veces acometiendo, comienza a alcanzar unas cotas de preocupación que está viéndose reflejada, de momento en la demoscopia, con una subida considerable en la intención de voto a VOX de la que apenas hablan los medios, si acaso para completar informaciones que versan sobre la recuperación de voto en el PSOE, a costa del nicho electoral de un podemismo cada vez más a la baja.

El buenismo instalado en una parte importante de nuestra clase política, está siendo el caldo de cultivo perfecto para que el islamismo se cuele por cada rendija que les permita ir asentándose en nuestra sociedad, y así comenzamos a vernos en España, lejos quizá de la situación en Inglaterra, con un buen número de alcaldías en manos musulmanas, y los lobbies consiguiendo abrir debates y consiguiendo aprobar leyes, como la que permite el incesto, absolutamente impropias de un país como el británico, uno de los principales bastiones de la civilización accidental moderna.

Decía que nos encontramos lejos, pero no exentos de que ocurra, y menos ante la actitud del ejecutivo de Sánchez, quien, siguiendo a saber qué instrucciones, de quién y a cambio de qué, hace que colegios y hospitales de Ceuta se vean privados del uso de la carne de cerdo en sus menús ¿Un primer paso?

Aprovechando las rendijas del buenismo político, el islamismo se va asentando en nuestra sociedad y, lo peor, en nuestros organismos públicos, en una normalización de semejante situación que les llega desde unos poderes, ejecutivos y legislativo, promovida especialmente desde la izquierda española, la moderada y la radical que en su proceder llevan al país a una situación de difícil retorno de no tomar con urgencia las medidas adecuadas.

El desmontaje de todo tipo de filtros y el otorgamiento, cuasi gratuitamente, de la carta de españolidad a cualquiera que, a saber, de qué forma consiga “los papeles”, y se le permita el acceso a funciones públicas con poder de decisión, así como la sublimación del grado de necesidad de la llegada de inmigrantes, todo en conjunto deja a la ciudadanía a los pies de unos caballos excesivamente furiosos por cumplir lo que sus imanes manden desde cualquier mezquita.

Ciudadanía que se ve coartada en su respuesta bajo señalamiento de racismo, no siendo su actitud más que autodefensa de su cultura, de sus instituciones, de su religión, de su propio desenvolvimiento que, como sociedad, dispuso, desarrolló y disfruta desde hace siglos.

Y la izquierda española y europea a la que aludía, con sus movimientos adyacentes, en su obnubilación, en su fascinación ante el nuevo y potente amigo que se encuentra, enemigo de su enemigo (EEUU, el capitalismo, la occidentalidad al fin y a la postre), se ofrece de tonto útil que abre puertas a la islamización, sin calcular que cuando entreguen las llaves, ya no sólo no serán necesarios, sino que se convertirán en el siguiente objetivo a aniquilar en cumplimiento de los preceptos que ordenan sus vidas.

¿Qué esperar del socialismo azul que representa el PP a nivel europeo? Pues depende a quién recurras (Feijóo por un lado, Ayuso por otro, Moreno toreando, con el corazón asín de grande...). La Agenda 2030 les tiene y les mantiene desconcertados. No España, la Agenda. Y así ni se puede ni se deben dar respuestas a España, que es lo que aquí importa. Si después la respuesta se puede exportar, mejor. Pero primero, España. Ya sé que es demasiada exigencia para unos y otros, pero primero… España