
El engaño global
Hay presentes, de tiempo, que nos vuelven locos. Sí, por decirlo de otra manera, el “ahora” de hoy es como el fin de la historia. O sea el tempus fugit del poeta Virgilio, que se podría traducir por algo así como “el tiempo pasa rápido” o, yo que sé, “el tiempo vuela”. Más o menos.
Esto viene a cuento porque he leído que Marruecos y España, o mejor, España y Marruecos, la tienen liada parda por “lo” del Sáhara, y no es para menos, vamos, que me parece bien, porque debe ser algo nuevo que en las cancillerías de este siglo XXI el cambiar de posición respecto a una relación internacional mantenida durante varias décadas mueva todo el arco político afectado.
Será así porque especialmente a lo largo de los siglos XIX y XX estaba la cosa de hoy por aquí y mañana por allí, a la orden del día. Gracias a todo eso de los cambios geoestratégicos, los colonialismos y nacionalismos, ha sobrevivido una literatura de best seller que ha hecho millonarios a muchos escritores y editorialistas que tenían olfato de rentabilidad económica rápida.
Seguramente sólo las relaciones internacionales del Reino Unido en estos últimos dos siglos darían para llenar bibliotecas. Y en África ¿qué?, Congo, Zaire, Sudáfrica, Angola, Libia, Túnez, y más y más países nos darían tema para rato, y claro, de la relación de Francia con Argelia, ¿qué me dirían? ¡Uf!, y de Berlín ni les cuento… yo, que estuve en el Checkpoint Charlie, o puesto fronterizo americano del Muro, donde John Le Carré, alias David Cornwell, escribió libros de tirada millonaria, como El espía que surgió del frío.
Ahora estamos en la puerta de la III Guerra Mundial gracias a la locura de Vladimir Vladimirovich Putin, tenemos un cambio climático que va a destrozar el planeta (sí, sí, al tiempo, ya que no lo verán ustedes, pero sí sus hijos); un problema de ajuste demográfico mundial y corrientes migratorias que ponen los pelos de punta, y resulta que España, Marruecos y el Sáhara Occidental son el triángulo de las Bermudas donde desaparece hasta lo inexplicable.
Pero la culpa la ha tenido Donald Trump por posicionarse, junto a Israel, en que el Sáhara Occidental es del país que, casualmente, se lleva mal con todos sus vecinos, el país hoy conocido como Marruecos. Veamos, ¿alguna vez EEUU se ha puesto de perfil con el tema anteriormente comentado? Más bien me da que a los americanos del norte, el reino alahuí del Atlántico siempre les ha hecho mucho tilín. Que le tienen simpatía, vamos.
Viajen conmigo a una fecha, están gustosamente invitados.... Era abril de 1963, cuando el entonces joven Hassan II, con 34 años, visitaba Nueva York a lo grande y con firma incluida en el Libro de Oro del Club Nacional de Prensa en Washington. Podrían ir a comprobarlo. Hay fotos.
El monarca llegó en barco a la ciudad de los rascacielos aunque regresó a su país en avión, un avión "especial" que el entonces presidente Kennedy puso a su disposición. Recordemos que Donald Trump tenía por entonces 17 años.
Pero ¿por qué y para qué se fue Hassan II a cruzar el Atántico? Por dos razones fundamentales. La primera, la necesidad de confirmar que la evacuación de las bases norteamericanas se efectuaría según los planes: antes de fin de año (1963). El segundo punto hacía referencia a la ayuda prometida por el Capitolio para la transformación de esas bases. Y hubo un tercero que añadió la prensa marroquí: el "éxito personal" de Hassán II durante su estancia en aquel país. la prensa le calificó de "figura verdaderamente popular".
Además de definirlo como "popular", a Hassán II le dieron en Filadelfia el título de "ciudadano de honor". Cuando le llevaron a Washington tuvo "cordiales entrevistas", incluida la del presidente Kennedy, y ya, finalmente, en Nueva York, le recibieron con el clásico "desfile triunfal" por Broadway, que se reserva a las grandes presonalidades. Sí, sí, pregunten, pregunten…
Y ya que la prensa le había aplaudido con las mejores plumas, de paso le acompañaron para ver lo que hacía el monarca del Islam más occidental cuando había acabado todo el protocolo. De esta manera, la prensa de la época recogía que había ido de compras "como cualquier persona que sale al extranjero". Prueba de ello debió ser por la adquisición de 4.000 prendas de "ropa blanca" y por el interés en los últimos modelos de automóviles, lo que le llevó a comprar cinco Cadillac y cinco Chrysler modelo Imperial. Destacaron los cronistas que la General Motors, "ante tan generosa adquisición", le hizo "un precio especial".
Muy probablemente, Marruecos y Estados Unidos formalizaron una buena y fructífera relación con aquel viaje de Hassan II que entró en el corazón de los norteamericanos por el buen oficio diplomático que, sin duda, tenía.
También a España llegaba aquel mismo año el poderoso rey de Arabia, Mohammed bin Saud Al Kabeer. Y dos años antes, en 1961, policías holandeses y diplomáticos rusos se liaban a puñetazos en el aeropuerto de Amsterdam. El motivo: la fuga de la URSS del bioquímico ruso Alexei Goluba, por aquel entonces, de 35 años de edad, y que había salido del paraíso comunista con la clara intención de no volver. Cosa que sobresaltó a su mujer, la señora Goluba, quien organizaba una rueda de prensa urgente para decir que ella sí quería regresar a Moscú. La bronca en el aeropuerto creció cuando un policía se puso delante del embajador soviético, de nombre Ponomarenko, y le dijo algo parecido a "usted no pasa de aquí". Y claro, a base de fuga de cerebros científicos y retención de diplomáticos en aeropuertos, no se le ocurrió otra cosa a los residentes del Kremlin que intentar poner misiles nucleares en la isla de Cuba.
La pregunta que me hago es ¿dónde estamos hoy? y, si hacemos caso al psiquiatra, teólogo y filósofo aleman Karle Jaspers puede que estemos dentro de "un engaño global". A mí me lo parece.
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