Jueves, 18 de Septiembre de 2025

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Ricardo Espíritu
Jueves, 17 de Marzo de 2022

Seguimos con la guerra

Después de veinte días invasión rusa de Ucrania, veinte días en los que los combates empiezan a enquistarse, pareciendo que el que creíamos poderosísimo ejército ruso se está mostrando un gigante con pies de barro. El mismo barro que parece detener a sus carros de combate. Nos aproximamos a la primavera y el deshielo puede hacer que el terreno se enfangue más todavía.

 

Pero no quiero hacer un análisis de terreno, enemigo y medio ambiente de las operaciones. Quiero extraer algunas lecciones de lo que llevamos visto hasta ahora.

 

Lo primero es que estábamos muy equivocados. La guerra convencional no es algo que mantengan sólo Ejércitos de países subdesarrollados. Entre las grandes potencias, tal y como se está demostrando, también puede ocurrir. Cierto es que persiste la amenaza nuclear y que esta amenaza será tanto más factible cuando un bando con capacidad nuclearse dé cuenta de que está perdiendo la guerra. Por eso es importante que esta invasión acabe cuanto antes y con un resultado que Rusia presente como favorable y que Occidente presente como “tablas”.

 

En función de que creíamos que la guerra convencional no nos iba a implicar a Occidente, entramos en una espiral de desarme parcial que ahora se está revelando peligrosa. Tan peligrosa como que ahora nos damos cuenta que ese 2% del PIB pactado en el seno de la Alianza Atlántica en el lejano 2006, y que hemos postpuesto en todas las ocasiones desde aquel año, con el principal pretexto de la crisis económica, amén de que en otros países se reclamaba que los gastos militares se dedicaran a “birras en los bares”, digo que ahora resulta realmente indispensable. Y estamos hablando de sólo un 2% del PIB. Había en aquel momento países occidentales dentro de la Alianza que estaban gastando un 6%. Y nos damos cuenta ahora, que tenemos una brutal crisis económica generada por el aumento del precio de la energía que nos puede llevar incluso al desabastecimiento de muchos productos.

 

Y ¿saben aquél que diú que era un país de la OTAN que dijo que aumentaría su presupuesto de defensa un 0,04 %? Yo todavía me estoy riendo. Porque no se trata de pasar del 1,96 % al 2 %, si no de un exiguo 1,2 % a un 1,24%. Y eso, con la que está cayendo, con despliegues de hasta cien mil efectivos en los límites fronterizos de la OTAN, no debe dar para mucho. Todo lo más, para contratar un Cabo o para llenar los depósitos de combustible de los carros Leopard por primera vez en muchos años. Lo que pasa es que la broma no ha debido gustar mucho a países más serios y Chiquito de la Moncloa, autor del chiste, se ha apresurado a decir que no, que llegaremos al 2%. Lo que no se sabe es cuándo. Alguna ministra, ministro o ministre, cuyo presupuesto es cinco mil millones mayor que el de Defensa, estará amenazando con la dimisión fulminante...

 

Otro aspecto del que hay que extraer lecciones, y Alemania parece haberlo hecho ya, es que no podemos confiar en que nuestras Fuerzas Armadas profesionales carguen exclusivamente con la responsabilidad de defender el suelo patrio. Que se lo digan al Ejército de Ucrania, que ha tenido que reclutar forzosamente a los ciudadanos para poder articular una defensa coherente. Lo de las Fuerzas Armadas profesionales está bien cuando se trata de mandar tropas a misiones “de Paz” o fuera del territorio nacional. Pero no cuando se trata de defenderlo. Lo del Ejercito tecnificado está muy bien, pero al final hay que empuñar el fusil. Y nos estamos dando cuenta de que organizar un Ejército de la nada no sólo no es tarea fácil, si no que, además, hay que buscar efectivos, instruirlos y convencerlos para que aguanten el estrés del combate.

 

Ya lo decía en otro artículo. Empuñar un arma es algo que cualquiera puede hacer. Pero combatir es mucho más que coger un fusil. Es usarlo con precisión. Es ser eficiente ya que el combatiente no puede llevar munición ilimitada en sus cartucheras y pueden pasar muchas horas hasta que puedas reponerla. Y sobre todo, hay que aprender a sobrevivir en el campo de batalla. Y eso no se aprende en unas horas. Por eso Zelenski llama a organizar unidades a base de extranjeros en la confianza de que podrá encontrar exmilitares entre ellos.

 

Digo que Alemania parece haber hecho ya su propio análisis, porque hoy se destacaba la noticia de que están empezando a pensar en reinstaurar el Servicio Militar obligatorio.

 

Decididamente, y para evitar desencadenar una guerra mundial, Occidente ha optado no implicarse directamente en el combate. Ni tampoco provocar a Putin, así que la mejor solución que hemos encontrado es que los ucranianos luchen nuestra guerra. Ya lo hemos hecho en otras ocasiones. Por ejemplo, en Afganistán. Allí hicimos que los uzbecos de Dostum, panshiris y otros tayikos de la zona noroccidental, junto con los pastunes de la zona sur (que luego se convirtieron en los Talibán) dieran guerra a los rusos. Allí los Estados Unidos mandaron grandes cantidades de dinero a través del ISIS, además de algún material, como misiles antiaéreos.

 

En esta ocasión hemos decidido mandar armas, y hemos empezado a abrir los arsenales europeos. Entre ellos los españoles. De esa forma tratamos que los ucranianos resistan todo lo posible al Ejército ruso, que le causen el mayor quebranto posible, y que lleguen en las mejores condiciones posibles a la mesa de negociación. Lo que ya he denominado “guerra vicaria”. Mi temor es que estemos complicando demasiado la logística de las inexpertas fuerzas ucranianas y al final estemos complicando la cosa en demasía. Espero que el esfuerzo sea realmente de utilidad.

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