La imagen del presidente del Partido Popular de Ceuta, Juan Vivas con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, antes "apestada" para Pablo Casado y, por derivación, también de todos los "pelotas" de éste (incluido Vivas), con ocasión de la celebración de la Junta Directiva nacional para entronizar al gallego Alberto Nuñez Feijóo, ha sido la viva estampa de la contradicción y de la patética controversia de cómo dos políticos del mismo partido desarrollan fórmulas distintas en la acción de gobierno: Vivas complaciente, sumiso, cómplice del PSOE rendido sin condiciones y Ayuso, todo lo contrario, indómita, con firmeza, azote de Pedro Sánchez, el mentiroso, a quien ha fustigado con acciones y palabras, hasta el punto que éste puso precio a su cabeza y liquidación política, de la forma más ruin con un contubernio del que hizo cómplice y partícipe activo a la cúpula del propio PP para que, en fratricida actuación, lapidara al activo político más relevante que tiene la formación de popular.

La imagen de Vivas saludando a Ayuso, más allá de la protocolaria motivación de pura cortesía, no puede ser la representación de una identidad política común, porque ambos son las antípodas en la forma de desarrollar su acción de gobierno: Vivas con Juan Gutiérrez y un PSOE al que se postra genuflexo mientras una Ayuso convertida en heroína popular y mediática por sus arrestos en hacerle frente a un Pedro Sánchez al que liquidó políticamente en las elecciones a la Comunidad de Madrid, a la vez que jubiló de la política a ese personaje tan dañino y malévolo que es Pablo Iglesias. No se parecen en nada. Pertenecen a un mismo partido con políticas antagónicas. Y las encuestas de tendencia de voto así lo plasman.

Esta semana, el jefe del Comité Organizador del Congreso extraordinario del PP, Esteban González Pons (al que le apodan en el PP 'Bertolín', no sé bien la razón) metió la pata en el programa de Ana Rosa Quintana, cuando dijo que "Vox es un partido de extrema derecha". Este superviviente de la política provocó el cabreo de Mañueco quien flipó con tal salida de pata de banco, inmerso como está en plenas negociaciones con Vox para retener la Junta de Castilla-León y evitar la repetición de elecciones. Este don de la inoportunidad demuestra los viejos estigmas inoculados por Sánchez en algún descerebrado del PP, atrapado en la manipulación del presidente del Gobierno más embustero que ha dado la política española.

Cualquier politólogo independiente alberga cero dudas de lo obvio:  "el partido de Abascal es derecha conservadora. No son "skinheads" neonazis que van por la calle pateando cabezas de negros, gays o inmigrantes con la punta de sus Dr. Martens, Vox tiene de presidente en Cataluña a un Ignacio Garriga que no es precisamente un "wasap" y de estrella emergente a Bertrand Ndongo, que es negro. El propio Julio Anguita, referente de la izquierda española con autoridad moral y ética más que demostrada, poco dudoso en su planteamiento político dijo del partido de partido de Abascal: "Se está exagerando la amenaza de Vox. Se habla de fascismo, pero el fascismo tiene un barniz de política social y estos señores, no, son neoliberalismo puro y duro" (Eduardo Inda dixit).

A ver si Juan Vivas y unos cuantos más, llevados por esos mantras de confusión y manipulados, se percatan que si uno examina el programa de Vox concluirá reconociendo que son libertarios en el sentido anglosajón del término en cuestiones fiscales, además su propuesta de bajada de impuestos deja reducida casi a la condición de socialdemócrata la formulada por el PP. Los de Génova caen en la trampa tendida por un PSOE que de la mano de Redondete ideó el falsario estereotipo para demonizar al único partido que puede otorgar la Moncloa a Feijóo. Un fascistoide cordón sanitario de los de toda la vida de Dios...o del diablo. Todos los tontitos del PP, excepto Ayuso, han caído en la trampa del PSOE de Sánchez, deslegitimado como bien dice Feijóo para dar lecciones de pactos, ellos que lo han hecho con Bildu (filo etarras), golpistas catalanes y comunistas de Podemos que, por cierto, han llevado la guerra en Ucrania hasta el mismo Consejo de ministros de un Gobierno socialcomunista. Divididos y cada uno haciendo la guerra por su cuenta y nunca mejor dicho.

Ayuso tiró de refranero cuando le decían algunas voces de dentro y fuera de su partido que no pactara con Vox: "No hay mayor desprecio que no hacer aprecio". Ahora resulta que es mejor moralmente pactar con ETA, los golpistas catalanes y los sicarios de Maduro que con el partido de Ortega Lara, convertido en mito que pasó 532 días bajo tierra secuestrado por los actuiales socios de Sánchez o el partido de ese chaval que con 19 años tenía que ir escoltado a clase que es Santiago Abascal, que se integró en las listas del PP de Álava cuando nadie quería sentirse diana de ETA y el impresentable de Pablo Casado vilipendió en el Congreso con ocasión de la moción de censura contra Sánchez que presentó Vox y votó en contra junto a Bildu y el PSOE con los independentistas.

Ahora Feijóo tiene ante sí, dejar a un lado la ambigüedad gallega en la política nacional y decidir, si tiene la firmeza de optar con determinación a llegar a la Moncloa sin los consejos de Sánchez en cuestión de pactos y, Juan Vivas, a ver si ha aprendido la lección de Ayuso o su encuentro con la heroína de Madrid, ha sido un simple "me alegro verte" protocolario y vacío de contenido sin ir más allá. Se le abre al nuevo PP una ocasión de oro para cambiar formas y estigmas que le han atenazado por las alusiones perversas de Sánchez, llevándole a dar un espectáculo bochornoso de patio de vecinos a gran escala y más propio de la Parodia Nacional que de un partido serio con opciones de gobernar.

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