Atribuyen a Einstein la frase de que solo hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana, para apostillar que de la primera no estaba tan seguro. Y yo debo confirmar la segunda parte, puesto que había confiado en que todo este embrollo no pasaría de ser un “y tú más” de los juegos infantiles, muy propio igualmente de los juegos diplomáticos.

Me preocupan las consecuencias, y veo variables muy interesantes.

Una OTAN bastante tocada desde el pacto del Pacífico, USA, Gran Bretaña, Australia de hace unos meses. Si en su día se llegó a decir que la OTAN salvó a Bosnia y Bosnia salvó a la OTAN, parece que esta guerra acaba de insuflar nueva vida a un pacto que se aventuraba carente de contenido.

Por si fuera poco, Turquía, miembro OTAN de pleno derecho prácticamente desde la fundación de esta última, está jugando en la presente crisis un papel bastante ambiguo, con cierto nivel de complicidad con Rusia.

China, que hasta hace unas horas era el enemigo número uno de los Estados Unidos, pasa a un segundo plano, aunque ha mostrado su apoyo tácito a Putin. Xi Jiping debe estar frotándose las manos con todo esto.

Un expresidente norteamericano, que salvo cuestiones relativas a interpretaciones periodísticas siempre hostiles al personaje, considera “maravillosa” la estrategia de Rusia y piensa que Putin es muy listo. Así que se ratifiica, de nuevo, la segunda hipótesis einsteiniana. Y yo pensaba que el tonto era yo…

En conclusión de este breve pensamiento en voz alta, no me atrevo a aventurar ya qué es lo que va a pasar, y estoy a la espera de ver cuáles son las terribles medidas económicas que la sólida Unión Europea va a imponer al Imperio de Oriente. O si Biden, siguiendo la tradición norteamericana de presidentes demócratas, ya tiene una guerra que desencadenar.