
El alcalde ya no pasea por las calles
Hace ya mucho tiempo que a Juan no se le ve por las calles, de paseo, en una cafetería, quizá en un bar... No es ya como antes. Al alcalde no se le ve departir con ciudadanos, escuchar sus preocupaciones, conocer de primera mano lo que sienten esos que deben abrir y cerrar las persianas de su negocio cada día. Hace tiempo que esas prácticas de ceutí de a pie no las emplea.
Cuando está por la calle, no va solo, no sale si no está acompañado de su pléyade de ensalzadores, de su seguridad... y cuando está con los pies en tierra rodeado de toda la amalgama, lo hace para lo justo y preciso. Es un ir y volver. Volver al Castillo en que se ha convertido el despacho municipal desde donde mira con visión de cañón de escopeta el devenir de la ciudad y de sus ciudadanos.
El alcalde ya no pasea por las calles. Tiempo ha que se veía, rodeado eso sí, de un grupito de amiguetes, de caminata por la Rivera... tiempo ha que no baja a tierra. No se le ve ya esos paseos con brazos de saludo a todos, una sonrisa por debajo del bigote ganándose el afecto de muchos a los que, también ya hace tiempo, se les percibe el desafecto. Bajar de 18 a 9 diputados en 18 años es una evidencia de que el alcalde ha perdido la mitad de esos afectos por el camino.
El alcalde ya no pasea por las calles. Desde su acomodada atalaya sólo se rodea de los nuevos preeminentes miembros que dicen llamarse representantes de la nueva sociedad. Ha generado un círculo de protección bidireccional de sinergias concretas en varios sectores, una burbuja de ciertos intereses tratados entre las bambalinas, tratando de dar otra imagen delante del telón y revestido de otra cosa, más asumible para los convecinos a los que ya no ve por las calles.
El alcalde ya no pasea por las calles. No quiere problemas... los suyos, los que le rodean conocen perfectamente los gustos del primer edil. Saben donde no meterse, qué no decir o qué callar para no alterar el 'statu quo' tan personalista. El muchas veces repetido, internamente, "si soy yo el problema lo dejo", es inmediatamente contestado con alabanzas tranquilizadoras del grupo de apóstoles.
El alcalde ya no pasea por las calles... los impulsos y ejecuciones que transformaron estéticamente la ciudad a principios de siglo y las políticas de avance que se emplearon, cuando había fuerzas renovadas, han ido diluyéndose lustro tras lustro. Comisiones, estudios, anteproyectos, más estudios, planes, más planes... quedan por el camino y pasan con más pena que gloria. Ya no se aprecian impulsos. Las ideas y los planes a veces se topan con los intereses de la burbuja creada que se torpedean ante la evidencia de lo maniatado del alcalde, que ya no pasea por las calles.
Y no pasea por las calles, no. Porque si lo hiciera vería con pasmo en lo que están convirtiendo. Lo que ven los ciudadanos, los vecinos cada día cuando salen a pasear, a llevar o recoger a los hijos en actividades de tarde, lo que ven los comerciantes a las puertas de sus negocios a los que apenas entra clientela...
El alcalde ya no pasea por las calles, como sí hacen familias, como la del funcionario de la Policía Local quien, de paisano, sufrió las cosecuencias de cómo están las calles. Los vecinos, los ciudadanos de a pie sí conocen estas calles, las sufren y padecen a diario. No van acompañados de escoltas, ni de pléyade seguidora y ensalzadora.
El alcalde ya no pasea por las calles. ¿Se habrá dado cuenta de su desnudez aunque los de su círculo le hagan ver que está perfectamente vestido?.
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