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Antonio Marchal-Sabater
Jueves, 21 de Octubre de 2021

El mañana efímero

El asilo en sagrado, expresión también conocida como: acogerse a sagrado, proviene de las leyes y usos medievales por las que cualquier perseguido por la justicia podía acogerse a la protección de iglesias y monasterios. Una interpretación muy particular de la antigua costumbre de la hospitalidad.

 

Mas tarde se acuñó la expresión: "Mata al rey y vete a Murcia", un eslogan que vio la luz en tiempos de Alfonso X, rey de Castilla, durante su intento de repoblar lo que hoy conocemos como la provincia de Murcia, un territorio hostil que los reinos de Castilla y Aragón decidieron proteger por su peligrosidad (véase Tratado de Almizra), que mantenía: un rey moro en su interior, Abdallah ibn Hud, líder mudéjar, con el título de "Rey de los moros de la Arrixaca de Murcia" (La Arrixaca era una morería, un barrio hoy desaparecido que hubo junto al río Segura a las afueras de la ciudad); el Mediterráneo al Sur y Este, ya entonces fuente de peligros; y el reino musulmán de Granada al Oeste.

 

Con este privilegio real intentaba el Rey Sabio atraer a gentes que poblaran su última conquista a cambio de perdonarles sus deudas con la justicia, fuera cual fuera el delito y el reino en el que lo hubiera cometido. A cambio el perdonado debía comprometerse a vivir y defender las tierra murcianas en su nombre.

 

Dirán ustedes que: «¡Vaya rollo que nos ha metido hoy el fulano Sabater este!» Nada más lejos de mi intención que cansar al lector antes de entrar al meollo de la cuestión que hoy me enfrenta al teclado y al folio en blanco.

 

Verán. Ayer la mesa del congreso, tras haber recibido el asesoramiento de los letrados de la institución, dieron un paso más en su propósito de convertir un país serio, España, en esa otra de charanga y pandereta que denunciara Machado.

 

Ayer PSOE y Unidas Podemos, imponiendo su mayoría en el Congreso de los diputados, engendraron “un mañana vacío” al decidir mantener en su escaño al diputado de Podemos Alberto Rodríguez. El personaje ha sido condenado por el Tribunal Supremo por delito de atentado a la autoridad o sus agentes, hecho que consistió en dar una patada a un policía de servicio, en ejercicio de sus funciones, durante una manifestación “pacífica” en defensa de la nueva ley de enseñanza.

 

La sentencia condenaba al ínclito podemita a una pena privativa de libertad y otra accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo, lo que implicaba la inevitable pérdida de su condición de parlamentario.

 

Resulta que el tribunal decidió, quizá con buen criterio, sustituir la pena principal, la de privación de libertad durante 45 días, un mes y medio, que le había impuesto originalmente, por la de una sustitutoria de pago de una multa de 1500 euros. Pago que nuestro diputado delincuente hizo efectivo en breve.

 

Sin embargo, la pena accesoria, la de inhabilitación para el derecho de sufragio pasivo —el derecho a ser votado y representar a la nación española, para que me entiendan—; no ha sido sustituida ni anulada. Luego el señor de las rastas en el pelo no puede seguir siendo diputado. Algo que debería caer a huevo, como dicen en mi tierra.

 

—¿Cómo puede alguien que va por la vida dando patadas a policías que, además de agentes de la autoridad, son símbolos del Estado, de cuya nación él representa la soberanía nacional; seguir ejerciendo tan digna función? —.

 

¿Qué ha ocurrido? Que los dos partidos progresistas han decidido una vez más que el Congreso, Poder Legislativo, invada las competencias del Poder Judicial y se ponga sobre la ley. Un ataque sin par a la separación de poderes y al Estado de derecho, dos principios fundamentales para el sostenimiento de la democracia y de la dignidad del Estado.

 

Además, muy lejos de la legalidad o no legalidad —que ya les adelanto que de legal nada; la sustitución de una de las penas no afecta a la otra—, nadie en su sano juicio debería dar cobertura a semejante mequetrefe. Es por eso por lo que cito los versos del poema: El mañana efímero de Antonio Machado, porque es el que mejor explica hacia dónde vamos.

 

La España de charanga y pandereta,

cerrado y sacristía,

devota de Frascuelo y de María,

de espíritu burlón y alma quieta,

ha de tener su mármol y su día,

su infalible mañana y su poeta.

El vano ayer engendrará un mañana

vacío y por ventura pasajero.

Será un joven lechuzo y tarambana,

un sayón con hechuras de bolero…,

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