Annual, 100 años
Se cumplen estos días 100 años del desmoronamiento de la Comandancia General de Melilla en lo que se vino a llamar el “Desastre de Annual”. Hay quién dice que fue el mayor desastre militar de nuestras fuerzas armadas, por lo menos, el más reciente.
Muchos factores me impidieron conocer en su momento, es decir, cuando estudiábamos historia y todas esas cosas, lo que fue Annual, lo que significó para España y cuáles fueron las consecuencias de aquello.
Una razón, que el cuerpo me pide achacarlo al entonces cambiante sistema educativo (tengo que confesar que soy de la primera promoción de la EGB y el BUP), debía estar en la damnatio memoriae que el Franquismo impuso sobre aquélla extraña guerra. Ya se sabe, un desastre de esas características no cuadraba mucho con el Régimen que basaba su legitimidad en la Victoria. Ni tampoco con la implicación de varias figuras políticas y militares que fueron adictas a aquél. Luego estaba aquella expresión de “pues sí que resulta cara la carne de gallina” que se dice que profirió Alfonso XIII cuando le contaron la cantidad que exigía la República del Rif para la liberación de los prisioneros de Axdir.
Pero el Destino –mejor dicho, los destinos- me llevaron a la España Africana, donde he conocido a mucha gente orgullosa de ser española y preocupada por el incierto futuro de su tierra natal. Corren malos tiempos para ser español norteafricano. Y entre las muchas leyendas que corren por las plazas de soberanía, circulaban varias relativas a Annual.
Entre ellas, las relativas a la cobardía de los Oficiales españoles -de ahí la expresión antes citada del Rey Alfonso-. Otra de ellas, la mala elección de las diferentes posiciones, demasiado aisladas y –sobre todo- carentes de agua. Otra, la deserción de las tropas locales. Otra más, el célebre “máximo de elasticidad de las fuerzas” con cuyo límite especulaba el Coronel Morales.
No es el propósito de este artículo reescribir la historia para desmentir todas las “verdades asentadas” de qué es lo que pasó y el cómo pasó. Pero sí quiero extraer un par de enseñanzas:
No es del todo cierto que las tropas locales desertaran en masa. En los lugares y en las Unidades cuyos Mandos supieron sobreponerse a la magnitud de la tragedia, las Unidades permanecieron reunidas y se demostraron eficaces; apenas perdieron efectivos. Pero en aquellos lugares en los que los Mandos “salieron corriendo”, las tropas rifeñas no tuvieron otra opción que cambiar de bando, en la mayoría de las ocasiones, si querían salvar la vida.
No sabemos con certeza cuántos murieron. La cifra más aceptada es la de unos diez mil. Muchos de ellos no pudieron ser reconocidos ni identificados. Si hacemos caso de la perspectiva de algún autor, las cifras de las listas en revista podrían estar algo engordadas
Pero tampoco es cierto que todos salieran huyendo, como tampoco es cierto que todos los oficiales pudieran ser acusados de conductas criminales, como las que describía el TCol. Tamarit referidas a oficiales de la Policía Indígena de la circunscripción de Zoco el Telatza de Bu Bakr. No me cabe la menor duda de que entre toda la desorganización que siguió a la reunión en Anual después de la caída de Igueriben, muchos de aquellos Mandos trataron de reunir a sus fuerzas y retirarlas organizadamente. Pero la magnitud de la tragedia deja ignorados sus esfuerzos como quedaron insepultos sus cuerpos.
No trato de sumergirme en la melancolía del bien perdido. Quizá España se mereció una dura lección como aquélla. Pero eso o significa que haya que olvidarla. Y junto al justo reconocimiento al Regimiento Alcántara, también habría que reivindicar a muchos otros. Y de los que cayeron huyendo, sólo recordar que estaban allí porque España se lo exigió.
La historia, esa que se deja manipular e interpretar no puede sepultar aquellos hechos. Como tampoco se pueden sepultar otros por la vía de las leyes. Pero al parecer, España, la actual, sí que quiere ocultarlo con el velo del desdén, a lo mejor por no molestar al país vecino. Aunque habría que aclarar que la rebelión de Abd El Krim no fue en nombre del rey de Marruecos, si no en nombre de una efímera república que nada quería tener con la monarquía alauita.
Pase lo que pase, y sea el motivo que sea que haya llevado a nuestros dirigentes a ignorar la efeméride, desde aquí, humildemente, mi respeto a todos aquéllos españoles. Y mi oración por el eterno descanso de quienes cayeron.
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