
Terrorismo e inmigración, asignaturas que separan a los políticos españoles
Ayer se celebró en Madrid una ceremonia que trataba de escenificar “la derrota de ETA” con la destrucción de 1.400 armas usadas por diferentes grupos terroristas. El acto estuvo organizado, ya desde 2017, por el Memorial Víctimas del Terrorismo, con sede en Vitoria, y que yo conozco bien a través de un trato personal con varios integrantes de la Fundación.
Al acto faltó mucha gente que, a pesar de ser invitada, no acudió. Las justificaciones fueron emocionales y políticas. Las primeras las respeto y las puedo llegar a entender. Las segundas debo decir que son lamentables.
Durante muchos años he vivido el terrorismo, o los terrorismos que han sacudido a España, desde la primera línea y he llegado a ver hasta cuatro presidentes de Gobierno juntos, como fue durante el recorrido que llevaría el féretro de Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA, desde Ermua hasta el cementerio de la localidad. Allí estuvieron Adolfo Suarez, Calvo Sotelo, Felipe González y José María Aznar. Incluso el entonces príncipe Felipe se acercó en el cementerio hasta a la familia para transmitir la solidaridad de la Corona.
El tema es delicado y no deseo profundizar en él mas allá de lo que pueda significar mi deseo de unidad que evite situaciones como la que se dio ayer en el Colegio de Guardias Jóvenes de la Guardia Civil.
Sobre la inmigración pienso en términos parecidos a lo expresado anteriormente. No es comprensible la falta de unidad de acción ante otro desafío mundial que a Europa, España y particularmente a Ceuta y Melilla afectan de manera diaria. Pues bien, cada grupo parlamentario se busca sus votantes pasando de largo sobre este tema. La situación de Ceuta es grave o muy grave. El cruce diario de la frontera, actualmente por vía marítima, es incesante. La capacidad de asistencia por el coronavirus se encuentra al límite. Naves del Tarajal como centros de acogida, albergues temporales con las instituciones de la ciudad a punto del colapso.
Puede ser que lo que haya colapsado sea la ciudadanía, una vez agotada su paciencia. Bueno, pues ni eso son capaces de ver los rastreadores de votos. Todo sea que tengamos como problema la duda de si es real la realidad. Puede ser, por otro lado, que las aplicaciones informáticas (las famosas Apps) hayan invadido nuestro sistema político y estemos viendo los resultados de la “cibermutación” de las ideas.
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