Creo que estas fechas constituyen una ocasión propicia para apartarme de los problemas de Ceuta y olvidarme por una vez, sin que sirva de precedente, de nuestras carencias, de los innumerables descuideros que las utilizan en beneficio propio, y de toda la fauna que prolifera en este ambiente de componendas, enjuagues, cambalaches y trapisondas en que se desenvuelve la vida diaria en nuestra ciudad.

Hoy toca hablar de sentimientos, estoy seguro que compartidos por todos los ceutíes de bien, hacia nuestra ciudad. Esa sensación de que tenemos la suerte de vivir en una joya sin precio, olvidada por los de fuera y maltratada por los de dentro, que necesitaría un pequeño esfuerzo, completamente asumible, tanto por parte de España como de sus propios habitantes, para alcanzar su potencial y convertirse en una de las mejores ciudades del Mediterráneo.

Hablar de Ceuta es hacerlo de luz, de vida y de color, de sueños compartidos, de mezclas enriquecedoras, de placidez en una tarde de calma en la bahía Sur, o de ese sentimiento de pertenencia a nuestra madre patria mirando al Norte en un día despejado de poniente. Todo eso y más, que nos motiva en nuestro quehacer diario, porque además de atender las necesidades de nuestra familia, los humanos necesitamos algo que nos trascienda, un estímulo vital que oriente nuestras vidas hacia objetivos más importantes que nosotros mismos.

En mi caso, y me consta que no soy ni mucho menos el único, ese objetivo siempre ha sido nítido: mi ciudad, Ceuta. Mi compromiso con la verdad, y mi intransigencia con los que sólo buscan el beneficio propio, me ha costado, y me seguirá costando, muchos reveses y amarguras. Ha merecido la pena, porque he servido lealmente a un interés superior.

Ayer, cuando viajaba a Madrid con mi familia, para festejar la Navidad con la otra parte que aquí reside, mi mujer puso en el CD del coche una canción del grupo Revolver que evoca siempre en mi ese sentimiento del que hablo, y como la letra supera con mucho lo que yo pueda llegar a expresar, me tomo la licencia, y espero que Carlos Goñi no se lo tome a mal, de compartirla con mis lectores; dice así:

“… Aun así te odio y quiero,

amo el azul de tu cielo,

aunque a veces no demuestre su color.

Y yo, que llevo escrito en la cara

mil guerras y una ganada,

que es estar dentro de ti.

Y los coches, y la gente, y la lluvia en el cristal,

saben bien lo que es vivir en ti, ciudad.

… el amor de una y mil vidas eres tú”

A todos los ceutíes, de corazón, ¡Feliz Navidad!