
Reflexión de un enfermo de COVID-19
A mis queridos convecinos y convecinas de mi Ceuta, la Ceuta de mi alma, aquí me presento un año más Javier Chellarám el muchacho alto con gafas que siempre ha suspirado por esta tierra dando rienda suelta a mi duende por sus calles y playas, barrios y rincones.
Desde el pasado año, desde que saltó el estado de alarma, siempre fui un tipo disciplinado por mi espíritu militar e indómito ,y procuré adaptarme al máximo a los momentos de pandemia así como los cambios que se iban decretando a causa del covid, como el uso de guantes, geles y finalmente la mascarilla así como mi despliegue como reportero freelance por todos los lugares remotos y de máximo riesgo que me pude desplegar tomando siempre el máximo de precauciones y con la sensación extraña al llegar a casa pensando en si lo había cogido.
Llegó el verano, había que salvarse con el verano y las playas y ver esas colas de aforo para bajar a la Ribera como si no hubiera un mañana como si no hubiera ese ancho mar que rodeara mi tierra y como si no hubiera una mejor hora que degustar el placer de un baño. Y las noches barrieras donde los gritos, risas, jaleos y apretujones en los bancos de la gente joven desembocaban en extractos bacanales de éxtasis entremezclando feromonas.
Y llegó el año nuevo donde todos nos poníamos haciendo peinetas y cortes de mangas al calendario y al 2020 pero quizá no sabíamos que teníamos que sacarnos tarjeta amarilla nosotros mismos hasta que llegaron las noticias a la familia en la noche de Reyes: uno había dado positivo, llega la semana siguiente y dan cuatro positivo, llega el sábado siguiente, otros dos positivos, y este servidor, pensando en que era eso de "soy leyenda" porque el test antígenos, ese que te meten el bastoncillo hasta el cerebro por la nariz, daba negativo.
Pero haces el esfuerzo de coger un butano porque como eres deportista y notas que el esfuerzo equivale a sacar un paso de Semana Santa así que intentas esos días bailar "jerusalema" y hacer estiramientos pero eso no se quita, vas notando olores que se van distorsionando , una tos extraña, una sensación de flojeras y esa hamburguesa completa que te volvía loco ya no puedes y le das sólo tres bocados.
Hasta que por fin el lunes y los cojones del Minotauro se le ocurrió a la doctora de guardia pedirme una PCR de garganta, y mandarme antibióticos para de esta forma al día siguiente venirme las enfermeras y hacerme la prueba en la garganta y la nariz, otra mas en la nariz y van siete para recibir la llamada de Sanidad con el resultado de positivo.
Llamadas de la consejería y preguntándome mis síntomas y malestar, recordándole al interlocutor que mi cuerpo al ver el lavabo era un homenaje a esos viajes en el Chumbo en los setenta pero sin echar ni gota pensando que en un golpe de arcada podía expulsar medio pulmón o una arteria coronaria. Hasta que ayer recibí otra llamada gracias a la aplicación COVID CEUTA , la segunda llamada de socorro que metí en la aplicación y me recetaron más ciclo de antibióticos, corticoides, vitamina y pastillas para la fatiga.
Ayer parece que se fue la fiebre y pude sentarme en el salón a ver una película así como ponerme hoy ante el ordenador para escribir mi historia que comparto con todos mis vecinos ceutíes, estos días con sus noches los que tuve que ir al Loma Colmenar, al ambulatorio, la plazoleta del barrio, la gente seguía siendo la misma como si la vida fuera un tirarnos con la bici por el Recinto cuando éramos chicos sin pensar en el batacazo letal que podíamos sufrir.
Las noches mientras me contentaba con paracetamol de un gramo esperando la madrugada me venciera bajo la luz de la mesita de noche y los delirios que no acababan, el barrio era un grito pelado, un escándalo de balonazos, jadeos femeninos y broncas de machos como si la palabra responsabilidad fuera al alcance de unos pocos.
Dejo mi reflexión final para el poder establecido y la clase política que siga así mirándose al ombligo en los planos, en el parlamento, en las ruedas de prensa y dar cifras estadísticas y si no teníamos bastante ante un enemigo imprevisto e invisible ahora el numerito de las vacunas que parece han llegado como los roscos de Reyes pero que no todos tendrán premio.
Esta pandemia no tiene fin y puede que dure hasta otro mundial de fútbol así que mientras acabo de abrir el cubo de la basura para tirar la tapa de un yogur el cubo olía a miseria humana así que cuando me cure pensaré en el mundo de confort que todos reclaman y pregonan a costa de que porque esto no es cuestión de un día ni de dos y llevamos así para un año.
PD. Aprender a diferenciar el "test antígenos" ( nariz ) y "PCR" ( garganta ) y no es peguéis diez días rabiando como yo.
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