Te marchaste Javi. Se apaga una sirena en el parque y nos dejas helados. Hemos ido preparando nuestros corazones durante estas semanas sin perder la fe de que llegase un atisbo de esperanza, pero no ha sido así. Te han querido arriba y nos hemos quedado sin ti.

El Parque de Bomberos ha amanecido frío esta mañana. Hemos revisado los camiones en silencio y preparado la guardia con el desconsuelo de saber que nos fue un hermano. Porque este trabajo convierte a tu compañero en algo mucho más allá de un simple componente de un equipo. Durante los años que nos toca el honor de formar parte del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento, los compañeros se tornan hermanos. Nos formamos juntos, vivimos el peligro en cada intervención juntos. Vemos entrar a los bomberos de nuevo ingreso, vemos crecer a los hijos y jubilarse a los que ya han cumplido con su labor. Pero tú, Javi, nos has dejado sin poder disfrutar de la jubilación que te habrías merecido.

Has sido un hermano que dejarás una huella imborrable en esta familia. Cariñoso, apuesto, afable y encantador. Siempre elegante, dispuesto a arrimar el hombro en cada una de las labores que has ido desempeñando en el Parque. Bombero infatigable, mando sensato y, al final, por tus problemas de salud, compañero de apoyo técnico siempre dispuesto a ayudar a tu gente.

Siempre has sentido el Parque como algo muy tuyo porque llegaste a esta profesión por pura vocación. Las has defendido como pocos durante los 40 años que has vestido este uniforme y has sido y serás un referente para los que estamos y los que llegarán.

Allí arriba sabemos que te cuidarán y que nos cuidarás. Tu fe siempre ha sido una constante en tu vida. Cofrade incansable, has materializado tu sentir religioso como costalero, contraguía y capataz, pero sobre todo como cristiano entregado a hacer el bien a los demás, como padre maravilloso para tu familia y como compañero para este Parque que jamás te olvidará. Descansa en paz, compañero.