Este año malo de solemnidad por lo que nos trajo la pandemia merece un capítulo aparte en muchas facetas y en la que me concierne, la deportiva a nivel personal ha sido un tanto extraña por haber cambiado en un año tres veces de lugar de entrenamiento y musculación.

Con las prácticas a medio hacer por el curso realizado entre finales de 2019 y principios de 2020 antes que llegase el estado de alarma y todo lo demás, me las prometía muy felices con un nuevo lugar de entrenamiento, otros compañeros y otro ambiente general para lograr la motivación y reactivar mis entrenamientos pero se me olvidó una cosa , una frase que la inventaron y parece que es genial para esto ; “más vale malo conocido que lo bueno por conocer", y claro el lugar yo era el raro, el extraño y el que tenía que adaptarse a ese lugar y por ende no lograba conectar con los demás usuarios hasta que eso del coto privado hiciera que saltaran chispas a las primeras de cambio.

Lo más sencillo del mundo una vez finalizado el mes anunciar mi baja y volver a mi lugar de origen porque cosa lógica ya había terminado el curso, así que otra vez con aire fresco y mis compañeros, mis momentos de risa y animación me volvieron a enchufarme al tema de la motivación y valorar lo que tenía y no supe entender que era mi mundo, pero… saltó la pandemia y el estado de alarma.

Esto significó un cataclismo general haciéndome recordar el "síndrome del submarino", por eso de entrenar brazos con cajas de leche y agua, o haciendo trapecio con un cubo lleno de agua, mientras en el salón de la casa el resto de al familia te miraba como un bicho raro.

Se hizo la desescalada y volvimos a otro lugar de entrenamiento para recuperar el tono perdido, tanto que se me había olvidado el correr en la cinta y parecía una vieja en la cola de un supermercado al escuchar "por orden de cola".

El primer día que vuelvo a mi lugar me encuentro un mozo fuerte bien peinado y todo matizado muscular si pero mentalmente no y colocaba las mancuernas de quince en el lugar de las de diez kilos, sitio que me correspondía a mi a lo que irónicamente y con cara de sorpresa le dije, ¿dónde coloco las pesas? A lo que me contestó: “ Yo que sé pregúntale al que está en la taquilla “

Madre mía yo me dije para mis adentros si acabo de volver y me toca esta criatura que a lo mejor se está preparando para algo, un joven que podía ser mi hijo y me contestaba así y yo pensaba que hago, pues hice lo que me sale de dentro o sea dejar las pesas en el suelo, así que tras tantos años haciendo pesas desde los tiempos de los Delfines me encontraba con un angelito a mi regreso tras la desescalada.

Con el mes de octubre bordeando otra vez el confinamiento desaparecí un poco porque a veces los humanos nos convertimos en el Cine Astoria, si un lugar de los años setenta  del barrio de Hadú donde en el importe de la entrada para ver una película iba la peste y los piojos que saltaban de butaca en butaca, así que entrenar con mascarillas, echarnos geles y la distancia de vez en cuando volvíamos a casa oliendo a gladiadores romanos. y recordando al cine Astoria y la película sin enterarme bien que podría definirse, ojalá volvieran aquellos tiempos del sabor de la fatiga para volver a entrenar como antes.