Entender lo que ha pasado en Andalucía
Cuando todavía se escuchan los sollozos en la sede el PSOE y andan húmedas algunas mejillas de tanto llorar la pérdida del feudo socialista andaluz, es importante analizar con detenimiento la realidad de lo que ha pasado, quiénes son los verdaderamente derrotados y quiénes son los vencedores.
La espectacular irrupción en escena de Vox no es achacable al oportunismo o a un mero viento de indignación ciudadana. Vox ha sabido levantar el cementerio de banderas abandonadas por el Partido Popular hace ya demasiado tiempo y rebosar, como hormiguita, grano a grano su primer granero electoral.
No deja de resultar llamativo que lo que parece haber molestado más a la izquierda radical (hoy día no existe otra en España, salvo Ciudadanos), no ha sido el perder las elecciones, sino que Vox haya sacado 12 diputados.
Al totalitarismo de izquierda, que son aquellas personas que les produce ansiedad pensar votar a la derecha, independientemente de los candidatos y el discurso, les ha sentado bastante mal que la gente haya perdido el miedo a ser insultado.
Todo esto sin perder de vista que la izquierda ha reaccionado como se esperaba cuando pierden las elecciones: saliendo a la calle, llamando a la violencia, gritando consignas criminales, y tildando de fascista a los que piensan diferentes. Eso sí, ese llamamiento lo hacen mientras entonan la “internacional” con el puño en alto. Vamos, lo que se diría todo un signo de muerte, hambre y opresión.
Preguntarse el porqué de estos resultados el comenzar en la llegada al poder de Zapatero, en el 2004. Este político es el origen de la radicalización y descerebración de la izquierda española. Zapatero con sus obsesiones ideológicas ha destrozado cualquier atisbo de socialdemocracia en España. La base ideológica de la izquierda fue desde entonces: la desnaturalización del matrimonio, el aborto libre, el adoctrinamiento escolar, el laicismo radical, la imposición de la ideología de género, la criminalización del varón por serlo, el revanchismo guerracivilista… Por sus frutos los conoceréis, se afirma desde hace dos mil años.
Esto creó una nueva generación socialista epítome, obsesionados por el poder y sin el más mínimo sentido de Estado ni amor a la patria., que forman sinergia junto a Podemos en su labor de destrucción del Estado.
Pese a que Vox ha repetido por activa y por pasiva que es una formación nueva y no una escisión del PP, lo cierto es que a nadie se le escapa la anterior filiación política de muchos de sus simpatizantes.
No se puede obviar que desde hace muchos años una buena parte de los votantes tradicionales del PP empezaron a cansarse de llevar la pinza en la nariz. Y lo que es peor para los intereses de los populares, no era pocos los que se sentían directamente traicionados, escupidos a la cara, despreciados con el cambio ideológico de su base social. Los populares con sus mayorías se habían convertido en conservadores… de las bases ideológicas de la izquierda más radical.
Vox ha sabido transmitir lo que muchos ciudadanos piensan, pero que por miedo a ser señalados por la inquisición de lo políticamente correcto se escondían, hasta ahora, en la intimidad. Vox ha sido el niño que proclama que el emperador está desnudo.
Muchos han perdido el miedo a decir que el aborto es matar a un ser humano, que la inmigración ha de ser ordenada y cabal, a proclamar, con la Biología, que los niños y las niñas nacemos como nacemos: con pene o con vulva. Miedo a denunciar que hay un montaje espectacular en torno al negocio de la llamada violencia de género, a tratar a los traidores a España como lo que son, golpistas, y a señalar como cómplices a quienes han propiciado políticas de apaciguamiento. Miedo a defender que la familia es una institución esencial y diferente de otras opciones…
Mientras la TV, los periódicos, la radio... ha mantenido en el ostracismo a Vox todo lo que ha podido, la opinión pública ha desbordado el cauce estabulario de los grupos mediáticos. Las redes sociales, el boca-oído, la conversación del bar, han constituido el verdadero cauce de comunicación.
Tanto han abusado los grandes medios de descalificaciones tópicas que han dejado de tener significado: facha, fascista, ultra-todo, retrógrado, homófobo… Al revés, casi se han convertido para muchos ciudadanos en una suerte de medalla que llevar con orgullo en la pechera.
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