La reacción de la izquierda al triunfo electoral del centro derecho español en los comicios andaluces del pasado domingo me retrotrae en el tiempo acercándome a la II República Española, y más concretamente al “bienio negro”. Sin ninguna duda uno de los periodos más convulsos de nuestra historia democrática marcado por la intransigencia de quienes fueron incapaces de reconocer el triunfo de quienes pensaban de manera diferente. Un periodo político caracterizado por el triunfo electoral de las formaciones de centro derecha recordado principalmente por la Revolución de 1934, una insurrección liderada por el socialismo español.

Nadie puede poner en duda la indecencia de quienes se niegan a reconocer el derecho de la ciudadanía a retirar su confianza al Ejecutivo de izquierda otorgándosela al centro derecha, la indecencia de quienes se niegan a reconocer que la soberanía nacional reside en el pueblo español es decir, el derecho de la mayoría a que se adopte su posición cuando existen diversas propuestas. La indecencia de una izquierda, que desde el primer momento se ha lanzado, no solo a criticar el cambio político propiciado por los andaluces, sino a llamar a la movilización a su electorado obviando las normas elementales en cualquier democracia.

Los andaluces, aquellos que durante 40 años han mantenido en el Palacio de San Telmo al partido socialista, son los mismos que ahora le han retirado su apoyo otorgándoselo al Partido Popular, Ciudadanos y VOX.

Formaciones democráticas de centro derecha que ahora tienen la oportunidad histórica de arrebatarle el Gobierno al partido socialista propiciando un “sorpasso” que nadie esperaba, y mucho menos el Centro de Investigaciones Sociológicas. Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal tienen en estos momentos la oportunidad histórica de consensuar la formación de un Gobierno del cambio, que ilusione a una ciudadanía hastiada del buenismo sanchista. Sin complejos, sí se puede.