Frontera y comercio
Quedaba pendiente analizar las posibles consecuencias de la eliminación de la excepción Schengen, la entrada sin visado en Ceuta de los marroquíes residentes en la provincia de Tetuán, en las relaciones comerciales de Ceuta con su entorno. Pero, para situarnos, quizá sea conveniente recordar antes las condiciones que explican el denominado “comercio atípico”.
Marruecos exige en sus aduanas unos altos aranceles a los productos importados, y además aplica el impuesto equivalente al IVA; sin embargo, la gran cantidad de productos de todo tipo que pasa de Ceuta a Marruecos lo hace de manera irregular, sea en vehículos particulares o mediante porteadores, y obtiene su ventaja competitiva del hecho de no abonar los impuestos de entrada en Marruecos. Los importantes volúmenes de mercancía porteados superan con mucho el denominado “régimen de viajeros” (aquellos productos que se permite a una persona pasar por una aduana sin cobrar impuestos, como por ejemplo un cartón de tabaco al viajar de Ceuta a la Península), tratándose, en realidad, de expediciones comerciales no documentadas, de ahí el adjetivo “atípico” usado eufemísticamente aquí, o el término “contrabando” usado en Marruecos.
Una hipotética aduana comercial no cambiaría esto, por cuanto, como se ha señalado, la ventaja competitiva se deriva del impago de impuestos; de hecho, en la hermana Melilla, sólo una parte muy reducida de los productos con destino Marruecos utilizaba la aduana, recientemente suprimida de manera unilateral, siendo el comercio atípico la regla general, como en Ceuta.
Los marroquíes lo toleran a regañadientes porque el sistema les permite importar productos de primera necesidad (alimentación, higiene, etc.) sin necesidad de utilizar divisas, gracias al cambio irregular de dirham por euros (sobre esto hablaremos otro día, pues es el origen del problema con los bancos), y porque el sistema de porteo hace que un gran número de marroquíes subsistan trasegando productos de aquí para allá.
Pero todo este marco de alegalidad hace que el flujo fronterizo dependa, cada día, de su capricho. La combinación de esta situación con la pobreza de cientos de miles de personas que, transportando un bulto, obtienen una remuneración estratosféricamente superior a la de cualquier otro trabajo en Marruecos, y con la posibilidad de acceder libremente a Ceuta sin visado, se convierte en una mezcla explosiva, una tormenta perfecta, que explica los colapsos, las avalanchas y el desmadre del Tarajal.
En cualquier caso, Marruecos está planeando cambiar el escenario, mediante el establecimiento de una zona franca en el entorno del Tánger-Med en la que se permitiría lo que ellos llaman “economía de subsistencia”, esto es, la importación libre de aranceles e impuestos a personas previamente acreditadas como porteadores. El objetivo es doble: perjudicar a Ceuta y suavizar el impacto social que tendría en Marruecos la brusca desaparición del comercio atípico. Aunque fuera por una vez, deberíamos adelantarnos.
La única salida a este laberinto es la desaparición de la excepción Schengen para los residentes en la provincia de Tetuán, y su sustitución, en una primera fase, por un sistema de visado de entrada múltiple en Ceuta, igual al existente para el resto de los marroquíes: de esta manera, sería España la que tendría la sartén por el mango, y la que determinaría el perfil de nuestros visitantes, que podrían así seguir disfrutando de nuestra ciudad sin los inconvenientes derivados del porteo. En una segunda fase, ese visado múltiple exclusivo para Ceuta también debería desaparecer, para ser sustituido por el visado común de entrada a España, y por tanto trasladando definitivamente el control Schengen al Tarajal.
Soy de los que piensan que, para garantizar el futuro de Ceuta, primero nuestra bandera y nuestra seguridad, y luego todo lo demás. Pero a diario me pregunto si hay muchos más que compartan esta prioridad.
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