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Nicolás Fernández Cucurull
Sábado, 10 de Noviembre de 2018

De rumbo Sur a rumbo Norte

Tanto en la hermana Melilla, como en nuestra querida Ceuta, se ha producido en los últimos meses un interesante debate sobre la orientación que debe adoptar nuestra economía. ¿Es conveniente el grado de dependencia de Marruecos que, como es evidente, existe desde hace tiempo, o por el contrario deberían buscarse las fórmulas para reorientar nuestro desarrollo mirando hacia la Península? Pretender en unas pocas líneas analizar las causas que nos han conducido a la situación actual de dependencia de nuestro vecino del Sur sería misión imposible, pues necesitaría un desarrollo extenso con acompañamiento estadístico, más propio de un ensayo que de un artículo de prensa. Pero de manera muy genérica, y por tanto imprecisa, puede señalarse la falta de previsión estratégica, tanto por parte del Estado como de la Ciudad Autónoma, pero especialmente del primero, y por tanto la carencia de una alternativa a la desaparición del comercio de bazar y a la gran reducción del contingente militar, que llevó al empresariado local a la única actividad posible (salvo las relacionadas con el puerto, la energía y el consumo local): el comercio con destino Marruecos, en sus dos componentes, el eufemísticamente denominado “atípico” y el de clientes de clase media y alta.

 

 

Las consecuencias que dicha actividad ha tenido y tiene sobre la ciudad están a la vista: colapsos permanentes, asentamientos incontrolados, delincuencia creciente, saturación de los servicios públicos esenciales, fraude generalizado, situación de alegalidad. No es menos cierto que la mayor parte de los males derivan del comercio “atípico”, y que por parte del Estado no se ha atendido debidamente la dotación de infraestructuras, tecnología y personal en la frontera, pero estoy absolutamente convencido de que, aun cuando esos déficits fuesen cubiertos, el problema persistiría, porque el factor de atracción que supone un territorio con un PIB per cápita entre 8 y 10 veces superior al de su entorno es imparable, como demuestra el crecimiento exponencial de la población de la provincia de Tetuán, dada la posibilidad de acceder a Ceuta sin visado por la excepción Schengen. Tenemos un serio problema, pues el comercio supone aproximadamente el 20% de la economía local y el 24% del empleo, y no es tarea fácil encontrar actividades alternativas dados nuestros condicionantes. Pero la frontera se ha convertido en algo parecido a una drogodependencia: no podemos vivir sin la dosis diaria, pero cada dosis nos acerca un poco más a nuestro final. Pensar que Marruecos nos va a facilitar la tarea sigue siendo una actitud ingenua y candorosa; vean si no el cierre de la aduana comercial en Melilla, o el reciente estudio encargado por las autoridades marroquíes sobre el comercio transfronterizo en Ceuta.

 

 

La solución sólo puede venir del Norte; y, como decía antes es imposible resolver el puzle en una líneas, pero apunto algunas condiciones sine qua non: el abaratamiento del transporte a Ceuta para los peninsulares, el reforzamiento de la administración general del Estado, acompañada de la obligatoriedad de residencia efectiva en Ceuta para beneficiarse de bonificaciones y pluses, y un REF generoso que no acabe en la interpretación restrictiva del funcionario de turno. Cada una de las ideas apuntadas requiere de un desarrollo explicativo, al que trataré de dar forma en próximos artículos para quien tenga interés en seguirlos. Pero como primer avance una idea que debemos grabarnos a fuego: la frontera nos esta matando; para sobrevivir, es indispensable mirar al Norte, conseguir que nos escuchen y que actúen en consecuencia. ¿Fácil? Ya se ve que no. ¿Imposible? Me resisto a creerlo. Quizá también sea un ingenuo.

 

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