Nicaragua

Tengo en mi cabeza todavía varias imágenes de policías rodeando Iglesias en Nicaragua para impedir que los fieles puedan entrar en ellas. Ciertamente los policías o militares que rodean las parroquias no mantienen una actitud agresiva y se limitan a impedir el acceso de sacerdotes y fieles a los templos. Mientras tanto, otros incontrolados –controlados por el Gobierno- sí que agreden incluso a los sacerdotes y por supuesto a los fieles.
Por una de esas extrañas coincidencias, detrás de un vaso de cerveza, me encuentro a un nicaragüense de origen español y lógicamente le pregunto el por qué de esa inquina gubernamental contra la Iglesia Católica.
Volvamos un poco la vista a atrás y situémonos a principios de abril del año pasado. Un pavoroso incendio, con tres puntos de origen, según informan medios nicaragüenses, arrasó una parte importante de la Reserva Biológica de Indio Maíz, al sureste del País, que alcanza también territorio costarricense. Las autoridades de Nicaragua tardaron mucho tiempo en intervenir e incluso rechazaron la ayuda de Costa Rica para la extinción. Al principio, ese personaje siniestro que es Rosario Murillo, actual vicepresidenta de Nicaragua, y pareja del Presidente Ortega, negó públicamente la magnitud de la tragedia acusando de falsarios a quienes la anunciaban.
Y el pueblo nicaragüense se preguntó por qué. Y los estudiantes universitarios salieron a la calle para preguntarlo. Cosa que al gobierno sandinista, movimiento de evidentes y hondas raíces democráticas, pareció no gustarle demasiado.
Para colmo de males, el socialismo sandinista imperante decidió promover una reforma de la Seguridad Social, de forma que las personas debían hacerse cargo de parte de la factura de la atención sanitaria. Aproximadamente unos cinco euros por visita. Esto no les gustó especialmente a las personas mayores, muchas de las cuales habían participado en la lejana Guerra de 1979 contra el narcodictador Anastasio Somoza, otro personaje siniestro donde los haya, enrolándose en la guerrilla sandinista.
Mira tú por dónde, al Régimen tampoco le gustó que los mayores salieran a la calle, y decidió reprimir la manifestación por la fuerza, produciendo un importante número de heridos. Bastó esta represión para que los estudiantes anteriores, nietos de esos revolucionarios apaleados, y agraviados por la inacción del Régimen en los incendios anteriores, decidieron manifestarse de nuevo por las calles de la Capital protestando por el trato dispensado a los abuelos, lo que el sandinismo reprimió esta vez con fuego real, causando varios muertos (18 de abril de 2018).
Con ello, el gobierno socialista nicaragüense entró en una espiral acción-represión y los manifestantes levantaron barricadas para impedir el acceso a la capital (28 de abril). Y oh, casualidad, entre los vehículos atrapados por el bloqueo aparecen varios con transporte de madera cortada en las selvas del país, actividad especialmente prohibida por varias leyes socialistas para la preservación de la naturaleza. Qué cosa más rara que esos camiones pertenecieran al gobierno. Naturalmente el descubrimiento no contribuyó a enfriar los ánimos, más bien al contrario, fue más leña para avivar el fuego, si vds me permiten el símil.
En esa espiral represora típica de los regímenes socialistas, huyendo de la fuerza policial, varios estudiantes entraron en la Catedral para acogerse a “sagrado”, siendo protegidos por la Jerarquía eclesial, y en especial por el obispo auxiliar Monseñor Silvio Báez. Curiosamente la mayoría de los refugiados en la Catedral no eran católicos, sino baptistas, lo que no supuso ningún problema para los sacerdotes, quienes apoyaron a los prófugos sin fisuras.
Después de varios días de asedio, se consiguió excarcelar a los manifestantes con apoyo de la población, que también venía proporcionando recursos para su subsistencia.
En la más pura tradición de la izquierda, la Iglesia, por este gesto, fue inmediatamente tildada de “somocista” por parte del mismísimo Ortega y así se tiene el origen de las imágenes de las que hablaba al principio de este artículo.
Pero este papel activo en defensa de los débiles que ha adoptado la Iglesia nicaragüense le ha valido el reconocimiento popular como interlocutor válido para la solución de la crisis, aunque no ha ayudado demasiado el que el Vaticano llamara a Roma a Mons. Báez, retirándolo de la interlocución, dejando así más espacio para el Nuncio, Mons. Waldemar Sommertag, a quién algunos sectores disidentes acusan de cierta connivencia con el sandinismo.
Ya el año pasado, mes de Junio, se iniciaron conversaciones para desactivar la crisis, una de cuyas premisas partía de la liberación de los presos políticos –establecidos en unas 700 personas por parte de los grupos opositores-. Al parecer dicha condición podría haberla llevado a cabo el Gobierno (si bien no en toda su magnitud, pues se habla de unos 500 liberados y amnistiados). Sin embargo las conversaciones no se han retomado a día de hoy, mientras la represión continúa.
Tal es así, que –según me cuentan desde el interior del país- el mero hecho de vestir de blanco y azul es condición suficiente para ser atropellado por las fuerzas gubernamentales, como dirían allí, apalizado, cuando no detenido. El blanco y el azul son los colores de la Bandera nicaragüense, pero también el distintivo de una de las dos principales fuerzas opositoras, la Unidad Nacional Azul y Blanco. ¿Se imaginan que en España alguien pudiera ser apalizado por llevar, pongamos, unos tirantes con los colores de la Bandera?
Como este artículo ha pasado a ser demasiado largo, dejaremos para una próxima ocasión el análisis del futuro del conflicto.
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