La izquierda también defrauda
Manuel Chaves y Gaspar Zarrías visitaron varias veces la ciudad de Ceuta mientras estuve por allí haciendo información. Chaves fue especialmente agasajado, premiado y ensalzado por algunos influencer locales y políticos con mando en plaza cada vez que aparecía por allí.
Por mi parte, siempre mantuve muchas reservas con los personajes por determinadas informaciones que manejábamos bastantes periodistas, pero un sentido de la prudencia obligaba a guardar silencio cuando el protocolo que tenías enfrente se sobrepasaba en elogios palmadas y galardones.
No es la primera vez que he tenido delante a quienes serían posteriormente condenados por la Justicia haciendo gala de unas virtudes que serían tumbadas tiempo después por el juez de turno. A alguno de estos personajes intenté aproximarme escribiendo una opinión, que fue publicada en el 2010 en la que dejaba caer, con ironía, que la más alta distinción, en forma de insignia, podría ser equivocada a mi parecer, También ironizaba con el paseíllo que hizo el político junto al presidente ceutí, Juan Vivas, a las obras del edificio de Ybarrola, en el que los trabajadores de la construcción parecían estar formados como en 'Bienvenido, Mister Marshall'. Es todo lo que pude insinuar en aquellos momentos. No podía dejar de hacerlo.
El presidente de la Junta de Andalucía recibió la Medalla de la Autonomía de Ceuta en 2008 con emoción y lágrimas, afirmando añorar la bella ciudad mediterránea de su infancia, y se puso, eso sí, como “inmejorable ejemplo” de unión entre Andalucía y Ceuta.
Al año siguiente, 2009, Vivas recibía en su despacho oficial al entonces ya vicepresidente tercero del Gobierno central, Manuel Chaves, y según declaró posteriormente a los periodistas Juan Vivas, en todo lo planteado hubo “plena coincidencia”. El mismo Chaves no se cortó un pelo al declarar que no veía “irrealizables” las peticiones de los ceutíes. En aquella reunión de 90 minutos, todo fueron florilogios mutuos, bla, bla, bla. Es decir, que hablaron de atender las “peculiaridades”, tener “atención especial”, una “mejora” de nueve millones de euros, para que no hubiera “déficit”. No sería por dinero.
El caso es que las sentencias, recurribles ante el Supremo, de los acusados por los ERE de Andalucía son un palo a la moral de los ciudadanos de este dolorido país, pues representan una falta de ética al gestionar las necesidades públicas de los españoles y los inhabilita para tal menester, además de meter en la cárcel a algunos de ellos.
Sí, el afectado es el PSOE, y lo más grave es que es un partido fundado en 1879, y que una sentencia judicial en democracia inhabilita a varios de sus dirigentes para ejercer la política. Esto dice mucho de lo que había dentro de ese partido al menos en el periodo que recoge dicha sentencia. La izquierda también defrauda.
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