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Archivo histórico de la Transición española Archivo histórico de la Transición española
Enrique Ávila
Domingo, 06 de Octubre de 2019

Pasado y presente

Las antigüedades son el único campo en el que el pasado aún tiene futuro”

Harold Wilson, político y poeta

 

La persona que intente estar informado sobre la política española actual pensará que estamos al borde de un enfrentamiento, al menos social. Leo, veo y oigo las noticias, los titulares, las imágenes de apertura de los telediarios, y me parece estar asistiendo a una retrocesión en una especie de túnel del tiempo que nos lleva a la época más oscura de nuestra Historia contemporánea. La II República y la Guerra Civil se tratan como si fuese la más reciente actualidad. ¿Nadie en nuestra clase política es consciente de lo que supone traer al presente nuestros peores fantasmas del pasado?

 

Cierto es que el pueblo que ignora su pasado está abocado a repetirlo, pero en España no tenemos peligro de olvido de nuestro siglo XX. Lo escrito sobre la II República y la Guerra Civil excede con mucho su importancia relativa, estando al nivel de las dos guerras mundiales. Aunque lo cierto es que lo escrito ha sido casi siempre tendencioso, contra una de las partes, y se ha escrito más, y posiblemente mejor, desde el bando perdedor (personalmente creo que en una guerra civil todos pierden).

 

Si buscamos objetividad, huyendo de apasionamientos que nunca deben acompañar a la investigación histórica, la II República no fue el régimen idílico y democrático que se nos presenta hoy ni siquiera el mismo día de su proclamación. Y digo esto basándome en hechos: Se proclamó un cambio radical de régimen político en base a unas elecciones locales. El triunfo ni fue indiscutible ni representaba una mayoría cualificada que pudiera legitimar tal cambio. El mismo día de la proclamación, cierto que una explosión espontánea de buenos deseos y optimismo, en España no se proclamó UNA República. Cada facción, porque eran facciones, creía estar proclamando la suya, y el espectro iba desde una República burguesa, de derechas moderadas, hasta una especie de República soviética, además de todas las posiciones intermedias que podamos imaginar. Y esto se manifestó muy pronto, en mayo, con graves incidentes de orden público. En este sentido podemos considerar que los monárquicos constituían un grupo más cohesionado, aunque sin líder por huida del que se debía a la causa.

 

El devenir de la II República no se puede considerar como ejemplo a seguir ni en sus mejores momentos, siempre tuvo ese pecado original de legislar “contra”, aunque debemos reconocer que el contexto no era precisamente favorable: una crisis económica mundial sin precedentes y el auge de los totalitarismos en Europa.

 

Del Alzamiento Nacional, término con el que sus partidarios denominaron a la rebelión de parte del Ejército contra el Gobierno (Gobierno legal y legítimo pero incapaz, todo hay que decirlo) sólo podríamos decir a su favor la inevitabilidad del mismo. La sociedad española se había dividido en dos bandos irreconciliables, y la clase política era incapaz de controlar la situación. Decir ahora que no es admisible que un Ejército se rebele contra el gobierno legal establecido, que no lo es, es ignorar el contexto histórico. Tampoco podemos ignorar que prácticamente la mitad de los españoles, muchos más de los que se nos dice, apoyaron el levantamiento, que no habría podido triunfar en otro caso.

 

De la Guerra Civil lo mejor que se puede decir es que terminó. Personalmente creo que el 1 de abril debemos recordarlo como el día en que los españoles dejamos de matarnos en los capos de batalla. La Paz, la ansiada Paz que debía abrir una época de reconciliación, supuso una época oscura de represión y ajuste de cuentas. Tras casi una década de miedos, detenciones indiscriminadas, torturas y asesinatos, nunca justificables aunque tampoco se pueden sacar de contexto, el nuevo Estado inició una época de terror contra los vencidos para la que, personalmente, no encuentro justificación. Pero acabó. Como las malas pesadillas, y nuestros abuelos y padres iniciaron una nueva etapa de convivencia, incluso en el ámbito rural siempre más proclive al enfrentamiento personal. Y funcionó, los españoles comenzamos a vivir, algunos con muchas dificultades, trabajando en el presente y pensando en el futuro.

 

Y llegó el día en que Franco murió y con él se terminó un régimen que llevaba años en descomposición y que, posiblemente, se mantuvo por el rechazo generalizado de la sociedad española a tensionar la situación política. En las décadas de los sesenta y setenta España era bipolar, se puede decir que había una sociedad ajena al régimen político, lo que permitió la transición a la democracia superando los obstáculos, muy graves en algunos casos, que surgieron.

 

PRESENTE

Ni toda la sangre que se derramó en Talavera

Ni todas las maravillas de la lucha de La Barrosa

Ni la prodigalidad de los muertos en La Albuera

Han ganado para España su derecho bien asentado

¿Cuándo se liberará su rama de olivo de la ruina?

Las peregrinaciones de Childe Harold

Lord Byron

 

         Dos siglos antes de nuestros días, Lord Byron expresaba de tan bella forma la fatalidad que acompaña a la Historia de España, que supone el ostracismo entre las potencias europeas a pesar de la importante contribución para derrotar a Napoleón. Y parecía que ahora, tras una transición considerada modélica en la que los protagonistas comprendieron que era el momento del perdón, posiblemente porque eran conscientes de lo mucho que TODOS tenían que perdonar, y sustituyeron el discurso tan español del “y tú más” por palabras como concordia, respeto, tolerancia, convivencia,  ahora gozamos del periodo más largo de estabilidad y progreso de nuestra Historia, superando el trágico destino que Lord Byron auguraba y comenzando a ocupar el lugar que a España debe corresponderle en la Unión Europea y en la escena internacional global.

 

“De todas las historias de la Historia

la más triste sin duda es la de España

porque termina mal. Como si el hombre,

harto ya de luchar con sus demonios,

decidiese encargarles el gobierno

y la administración de su pobreza”

Jaime Gil de Biedma 

 

Ahora, en el presente que representa el siglo XXI, nuestra convivencia vuelve a resentirse perseguida por la fatalidad que ahora un poeta español refleja en sus versos. Por obra y gracia de la clase política se recuperan los tristes y trágicos episodios de aquella época, no para un estudio académico y desapasionado, sino para poder tirárselos al enemigo. Porque es así, nuestros políticos no son competidores en busca del apoyo de la sociedad, se comportan como enemigos. La promulgación de la Ley de Memoria Histórica (en el nombre ya encerraba un contrasentido, la memoria es subjetiva y la Historia busca la objetividad), no ha servido para cicatrizar heridas, ha abierto las que se cerraron en la transición. Franco está tan presente en nuestros medios de comunicación como si siguiese vivo, y no lo han devuelto a la vida los que sufrieron en sus carnes la persecución del régimen, ni siquiera sus hijos. Son los nietos, miembros de una generación de españoles que no conoció el franquismo, y que en la mayoría de los casos pertenecen a familias a las que no les fue nada mal en el régimen. Españoles, como dijo Carlos Arias Navarro hace ahora casi 44 años, Franco ha muerto. He de confesar, considerándome una persona informada en la Historia contemporánea de España, que si hace un año me hubiesen preguntado dónde estaba enterrado Franco, habría dudado en la respuesta. Anoche hablaron de Franco en una cadena de televisión como si se presentase a las próximas elecciones.

 

Dejen la Historia para los investigadores, estudien la Historia como es, sin pretender cambiarla. Escriban la versión que objetivamente consideren correcta, y dejen a los muertos en Paz (a moro muerto, gran lanzada. Esta frase simbolizaba la cobardía de hacer a un muerto lo que no se atrevió a hacerle estando vivo), respeten a todos ellos, y trabajen para solucionar los problemas de nuestro tiempo. Son tantas las cosas que nos unen que es difícil encontrar un pretexto para enfrentarnos, aunque en esto hay que reconocer que nuestros políticos tienen éxito, ellos los encuentran.

 

 Superemos juntos los obstáculos que podamos encontrar para un proyecto de futuro como merece España, una gran Nación, así considerada en el mundo. Recuperemos el espíritu de la Transición, pudiendo lograr, como termina el poema de Gil de Biedma...

 

“Que sea el hombre dueño de su Historia”

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