Guerra total VOX-PP: las causas y el relato
En las elecciones generales del próximo 10 de Noviembre, la inminente campaña electoral en Ceuta va a contar con su propia idiosincrasia marcada, además de por la lógica confrontación de los distintos idearios políticos de los partidos en liza, por la ‘guerra total’ que libran dos formaciones políticas aparentemente adscritas al mismo marco ideológico de ‘la derecha’. Vox y el Partido Popular.
Pero, ¿cómo se ha podido llegar a esta ruptura total de puentes entre dos partidos políticos aparentemente afines en cuanto a sus postulados ideológicos? ¿Cuáles han sido las razones y los motivos por los que, desobedeciendo las instrucciones dadas por la Ejecutiva Central de Madrid, el PP de/en Ceuta decidió tras los comicios autonómicos de Mayo de 2019 llegar a un pacto de gobierno, filibustero, nocturno y alevoso, con su ‘enemigo’ político natural, el PSOE, y no con Vox? ¿Qué argumentos han dado, han esgrimido Vox y PP, para señalar a la otra formación como culpable de tal desencuentro? Para responder a tan complejas cuestiones resulta imposible obviar las características propias del Partido Popular en lectura nacional, y a las particulares por las que ha funcionado, y gobernado, el Partido Popular de/en Ceuta.
En clave nacional, el Partido Popular fue la formación que gestionó el crisol de las diversas ideas e intereses de lo que genéricamente podemos denominar “derecha española”, que históricamente siempre ha sido una realidad social y política muy plural. Durante el período de su longeva hegemonía en el campo de la derecha, el Partido Popular se convirtió más bien en una olla a presión prácticamente inútil que, se mostró incapaz de gestionar las distintas corrientes ideológicas, amalgamándolas en un único cuerpo homogéneo, siendo capaz de compatibilizar transversalidad con unidad en la acción política en materias denominadas ‘de Estado’. En realidad, cuando el Partido Popular quiso absorber todo el espectro derechista absorbió igualmente todas las tensiones y conflictos que aquejaban a esos sectores de la sociedad que pretendía representar.
En el seno del Partido Popular se reprimieron dichos conflictos, pero no se erradicaron, entre otras cosas porque era imposible, y en mayor medida por las características del liderazgo político de José María Aznar y luego de Mariano Rajoy. No sin razón, numerosos conservadores españoles se sintieron humillados y ofendidos; y lo eran por el propio partido al que habían votado durante años. Cuando José María Aznar consiguió aquella paupérrima victoria electoral en 1996 nos encontramos con una situación absolutamente esperpéntica: mientras los afiliados se agolpaban en Génova ondeando con fruición la enseña nacional mientras gritaban, coreaban aquello de ‘Pujol enano, habla castellano’, un atribulado Aznar se apresuraba en asegurar que él en la intimidad, hablaba catalán. Lo que vino después fue el denominado ‘Pacto del Majestic’, o la mayor cesión de competencias del Estado Central a una ´sola Comunidad Autónoma.
El Estado Central se hacía añicos mediante una (con)cesión sin precedentes a los designios de una de las personalidades más corruptas y destructivas de la democracia española: el ‘molt honorable’ Jordi Pujol Lo de renombrar a ETA como Movimiento Nacional de Liberación Vasco (MLNV) sólo fue el corolario indigno de aquel Partido Popular ‘pactista’ que descendería a niveles mínimos de dignidad con el sucesor del megalómano vallisoletano. Con Mariano Rajoy, consumado ya el cambio de régimen impuesto a machamartillo en aquel atentado del 11-M (recomiendo el libro Las Cloacas del 11-M de Ignacio López Brú), la casa común que pretendía seguir siendo el PP sencillamente entró en un proceso de desmantelamiento ideológico que continúa hasta nuestros días.
En ese sentido, la política de Mariano Rajoy y su partido no sólo fue rechazada por su ineficacia ante el desafío separatista o la corrupción, sino por sus concesiones a los planteamientos de la izquierda social y cultural. Ley de Memoria Histórica, Matrimonios homosexuales o Ley del Aborto, etc) El Gobierno popular centró su actividad únicamente en la economía, siguiendo a rajatabla los criterios de austeridad establecidos por la Unión Europea. Abandonó por completo el principio esencial de la autonomía de lo político. Las reformas brillaron por su ausencia. Nada se hizo en torno a la natalidad, el aborto o la memoria histórica.
Es más, el Partido Popular asumió sin demasiada dificultad el discurso de la izquierda moral en lo relativo a política sexual, feminismo radical o a las reivindicaciones LGTBI. El Estado de las autonomías no sufrió la menor merma; todo lo contrario. Para colmo, el Partido Popular legitimó la política seguida por José Luis Rodríguez Zapatero respecto al terrorismo etarra. En ese sentido, los que se opusieron públicamente a las leyes de memoria histórica, las víctimas del terrorismo etarra, del 11-M, los autónomos y obreros, que sufrieron las consecuencia de la política económica del ministro Cristobal Montoro, los defensores de la unidad nacional, etc, etc, qué clase de beneficios obtuvieron de dichas políticas. El Partido Popular no podía salir indemne de esa situación; y, desde luego, no salió. La victoria de Pablo Casado fue consecuencia de ello. Sin embargo, su liderazgo venía lastrado por no pocas hipotecas. Y es que en realidad el nuevo líder del PP no había sido ajeno a los sectores afines a Rajoy, porque, entre otros cargos, había ocupado la vicesecretaría general de comunicación del PP, a través de la cual intentó, con su verbo fácil, hacer digerible a los paladares conservadores las discutibles políticas del Gobierno.
Frente a él, se encontraban centristas como Núñez Feijóo. Y, como hemos visto hace poco, tampoco controla el aparato de su partido en el País Vasco o en Ceuta. …Ceuta.
El proceso de derrumbamiento ideológico del Partido Popular a nivel nacional también se ha producido en Ceuta, acrecentado además por la sensación de impunidad que los paulatinos gobiernos con mayoría absoluta le han otorgado al partido liderado por Juan Jesús Vivas, que como aquel gobernador visigodo Don Julián, ha dilapidado la confianza ciudadana y ha basado su acción de gobierno en el enchufismo, ineficacia en la gestión de lo público, utilización de las desmesuradas partidas presupuestarias y subvenciones nacionales y europeas para la construcción de gigantescas redes clientelares, dejación de funciones en sus competencias autonómicas y delegación de funciones en mediocres subalternos absolutos analfabetos (y analfabetas) funcionales, convertidos en primeros espadas de gobiernos cada vez más mediocres y corruptos.
Durante estos casi 20 años hemos asistido a espectáculos absolutamente bochornosos que han incluido hasta vídeos sexuales para destruir a potenciales adversarios políticos en la mejor tradición del ‘fuego amigo’. Ha basado su acción de gobierno en una política ‘de artefactos’ con un mensaje tan simplista como falso: el PP de Ceuta era el único garante de la españolidad de Ceuta y de la pacífica convivencia en la ciudad. Y hete aquí que precisamente españolidad y convivencia han sido concretamente los dos valores que más han resultado ultrajados por los sucesivos gobiernos del PP.
Tres aspectos importantísimos resultan de ineludible referencia a la hora de entender la degradación absoluta del Partido Popular. El papel del partido en la elección del nuevo Presidente nacional, el análisis del actual consejero Carlos Rontomé sobre la imparable islamización de la ciudad y el bulo lanzado desde los ‘think tanks’ del Partido Popular y PSOE y convenientemente aireado en redes sociales y medios de comunicación afines sobre una presunta acción filibustera de Vox Ceuta por la cual la formación conservadora votaría al líder socialista si éste presentaba su candidatura a la Asamblea.
Tras la dimisión de Mariano Rajoy como presidente del PP, tres fueron los candidatos que se postularon para sucederle: Pablo Casado, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría. La postura del PP de Ceuta fue la de apoyar en primera vuelta a Cospedal y en un ejercicio de perspectiva política nula en la mejor tradición del ‘sostenella y no enmendalla’ volvió a errar estrepitosamente volcándose con Soraya en segunda vuelta. Finalmente ganó Casado pero la Secretaria General en Ceuta, Yolanda Bel, confirmando su incultura enciclopédica y como diría la actual portavoz nacional de su partido, también wikipedica ni se dio por aludida.
El hecho de que la Ejecutiva Nacional del PP no pueda ni quiera controlar los desmanes del partido en Ceuta mucho ttiene que ver con la ceguera de que hacen gala día sí y día también los responsables locales. El corolario a esta esperpéntica actuación ha sido el pacto de legislatura entre Juan Jesús Vivas y Manuel Hernández Peinado.
Una tesis doctoral del actual Consejero Carlos Rontomé titulada 'Ceuta, convivencia y conflicto en una sociedad multiétnica' establecía varios puntos respecto de dicha situación tales como que ‘’ los bajos indicadores educacionales de los musulmanes ceutíes constituyen, el principal escollo para la viabilidad de la ciudad”. También indicaba en su tesis que “La religión no solo mantiene su prevalencia en las relaciones sociales sino que se convierte en el principal elemento de división y confrontación” A juicio del sociólogo, “lo cristiano se está diluyendo al ritmo de la emigración de esta población y de las necesidades de oportunidad política de los partidos”
La clave para entender la degradación ideológica del Partido Popular de Ceuta nos la da el propio Rontomé ya que según él, ‘’el Partido Popular para lograr un acercamiento al electorado musulmán" ha optado en ocasiones por "asumir las propuestas de los partidos de corte étnico-religioso".
Vox Ceuta por defender exactamente los mismos postulados y análisis de los señalados por el Consejero del PP fue tachado por ese mismo partido de ‘dinamitadores de la convivencia’. De ese modo, el sofisma y el relato tomaron carta de naturaleza en un ejercicio de hipocresía política sin precedentes, o con los precedentes de los que hace gala el PP de Ceuta, mejor dicho.
Finalmente, y para justificar el pacto de legislatura tácito existente en la actualidad entre el PPSOE en Ceuta, asistimos al que quizás haya sido el mayor bulo político de los últimos 3 lustros, lanzado al albur de las redes sociales y con un ‘paciente cero’, la misma dirigente que se abrazaba primero con Cospedal y luego con Soraya, sí, Yolanda Bel, eufórica en redes sociales. Manuel Hernández Peinado renunciaba a presentarse como presidenciable porque hasta su sede socialista en Daoiz había llegado 'in extremis' una confidencia alertando de que en tal caso, los 6 diputados autonómicos de Vox votarían en su favor sólo para derrocar a Don Juan Jesús. Lo nunca visto y lo aún menos imaginado cobraba carta de naturaleza. La política del bulo, del juego sucio y de la burda calumnia eran los instrumentos políticos de actuación de dos fuerzas políticas antagónicas unidas frente a un adversario común: Vox Ceuta.
Para que tamaña patraña tuviera efecto, se necesitaba la participación de uno de los elementos pertenecientes a la ‘macropolítica’ ceutí, esto es, los medios de comunicación afines, cuya supervivencia empresarial depende única y exclusivamente de la publicidad institucional. Y así sirvieron de correa de transmisión del bulo convertido en noticia, sin contrastar, verificar ni evaluar. La ignominia estaba extendida entre/ante una perpleja opinión pública.
Frente a esta política de calumnia, cesión, pactismo alevoso sólo para mantener un 'status quo' de reparto de dividendos, subvenciones y puestos en instituciones ‘ad hoc’ al margen del servicio público y mejora de esa convivencia asaltada y saltada por los aires, Vox Ceuta tiene y mantiene una serie de retos a los que inevitablemente va a tener que hacer frente. Firmeza y transversalidad ideológicas, que no son valores antepuestos ni antagónicos. Pero no resulta fácil compatibilizarlos.
Vox se trata de una formación política que se sitúa dentro de una derecha clásica, nítida, inequívoca, sin concesiones, que defiende sin complejos las reivindicaciones histórico-políticas y culturales del conservadurismo español. En modo alguno se trata de un partido identitario o nacional-populista de derechas, aunque podría evolucionar hacia esas posiciones en el futuro. Ahora mismo no lo es. En su ideario, predomina la perspectiva liberal y conservadora católica. Su programa económico es neoliberal. Vox ha asumido parte del discurso identitario, como la crítica a la globalización, la Europa federal o la emigración incontrolada; pero no la transversalidad ideológica y social desarrollada por los líderes identitarios, como Marine Le Pen o Matteo Salvini; y no ha intentado aún penetrar en el espacio de las clases trabajadoras afectadas por la globalización. Ese es su gran reto y su ineludible objetivo: penetrar en las clases obreras e infiltrarse en el cuerpo social de los que más han sido golpeados por la ‘globalización’ económica propuesta y defendida por los cosmopolitas.
En el caso concreto de Ceuta, además de su ineludible infiltración definitiva en las clases obreras, la formación de Juan Sergio Redondo Pacheco ha de hacer un ejercicio reflexivo que entienda e interiorice que en Ceuta, sólo con el apoyo de funcionarios, militares, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y eventuales decepcionados con las políticas (se)cesionistas del PP, no puede ganar unas elecciones y convertirse en la primera fuerza política: No es suficiente. La comunidad musulmana, amplísima, no debe quedar ninguneada, y es ahí donde radica la premisa, la pregunta clave.
¿La comunidad musulmana de Ceuta, es un grupo étnico religioso pétreo, hegemónico, unitario y más aún, totalitario en su concepción teocrática de la realidad o, tienen distintos objetivos, motivaciones, perspectivas y condicionantes?
Es más, ¿existe un grupo de españoles de etnia magrebí, educados en el Islam y que sin embargo, viven su bagaje cultural en la más absoluta laicidad? Más aún, ¿existen en Ceuta hombres y mujeres educados por cuna en el Islam y que sin embargo, en su fuero interno se consideran agnósticos e incluso ateos y que dan preponderancia a sus derechos de ciudadanía, la que les otorga la Constitución y que bajo ningún concepto se guían por los postulados de un libro, el Corán, que ni sienten ni entienden y es más, ni les gusta ni les representa?. Resumiendo, ¿existe en Ceuta un Islam laico? La respuesta es sí.
El reto está fijado. Vox Ceuta puede y debe infiltrarse en los sectores sociales que más han sido golpeados por el globalismo económico cultural, las clases obreras, ofreciéndoles alternativas a la economía de subvención y pesebrismo de la que se nutre el Partido Popular, y a la vez hacer que ese cada vez más amplio sector de musulmanes laicos encuentren un espacio de representatividad pública que refuerce su posición social y que contribuya a la esta vez sí, verdadera convivencia en la sociedad de Ceuta. El fracaso del Partido Popular de/en Ceuta ha sido TOTAL en ese sentido. Queda construir sobre los cimientos que han dejado.
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