“Ni la madre que la parió” iba a conocer a España. Eso decía Alfonso Guerra en sus tiempos mozos.

De aquellos polvos, este barrizal provocado por estos bajo las mismas siglas de aquellos. España es el chorizal de Europa, sede del prostibulario que abonó las mentes de unos pocos que se creyeron llamados a inflar sus bolsillos hasta el asco, con unos caudales públicos que bien podrían llevar años sirviendo a los impositores españoles en tantos y tantos servicios públicos en demasiada ocasiones cojos de mejoras.

España es un inmenso carajal, un entramado de presuntas ilegalidades al que la UCO, desde hace meses, y la UDEF (que se une ahora), pretenden darle sentido para que todos, empezando por los jueces, seamos capaces de entenderlo. 

Mientras, el Gobierno se continúa estampando contra aquella mayoría parlamentaria que antes blasonaba y, desde hace meses, se le vuelve en contra. El mismo gobierno que ya no avergüenza a nadie, porque nadie parece sentirse por él representado. O eso parece… porque a veces da la impresión, a la vista de la demoscopia, que la desvergüenza no es óbice para mantener la confianza en los de, antaño, el puño y la rosa. Porque el socialismo español es esencialmente socialista y coyunturalmente español. Esta última condición, la de español, en demasiadas ocasiones, parece responder al simple hecho de que pasaban por ahí…

Son esos socialistas por los que ahora nos sorprendemos, cuando no se trata de lo que pasa en España, sino de lo que estaba pasando y no nos enterábamos, mientras nos daban clases de honestidad en su actuación política y/o de respeto a la mujer en la cotidianeidad de su proceder. Esa España oculta y negra tras la tapa de colorines que nos vendían, planteándonos unos objetivos a todos, y ellos, simultáneamente, centrándose en sus propios objetivos: sus carteras en unos casos; en otros, sus braguetas fáciles.

La misma España en la que se alarga el discurso apenas levantarte a la mañana siguiente, para enterarte que la desinfección no hizo más que empezar, que el iceberg de la corrupción se pierde en las profundidades de despachos por doquier. Nuevos ministerios, nuevas sedes de organismos públicos puestos patas arriba. El sentido de la perplejidad y el asombro ya cría callos, y afloran en el recuerdo de algunos aquellas frases con la que exiliados venezolanos nos advertían: “así empezamos por allá…”, cuando ven cómo desde arriba se intenta acallar y descabezar a todos esos que comienzan a darle sentido al puzzle de las corruptelas al que nos abocó este PSOE en el que, de repente, como en la película, nadie conoce a nadie... Porque aquel PSOE, el del principio de este artículo, sólo quiso llevárselo calentito, pero éste de hoy tiene pinta de albergar la intención de cambiar o acabar con todo el sistema, y de ahí el aviso de todos esos que llegaron allende los mares.

Esa España cada vez más negra a la que parecemos condenados, no es la que merecemos, pues no pagamos para ello. El problema es que esta evidencia también se aja apenas ponemos las actas del poder (porque entre todos lo hacemos) en manos de esta panda de sinvergüenzas.

¿Qué será lo próximo de esta serie negra y luces prostibulares?