La XIII RAN España-Marruecos: crónica de una rendición anunciada bajo Pedro Sánchez
La Reunión de Alto Nivel que comienza hoy y seguirá mañana 4 de diciembre en Madrid no es una cumbre entre iguales, sino el enésimo episodio de una política exterior española marcada por la debilidad estructural y la improvisación del Gobierno de Pedro Sánchez desde 2022.
Lo que Rabat presenta como “relaciones excelentes” es, en realidad, una asimetría creciente en la que Marruecos dicta el ritmo y España se limita a pagar el precio de la paz inmediata a costa de intereses estratégicos a largo plazo. El giro del 18 de marzo de 2022 –la carta secreta de Sánchez apoyando el plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental a cambio de la reapertura de fronteras– no fue una decisión meditada de Estado, sino una capitulación exprés ante la crisis migratoria de 2021 (más de 40.000 llegadas a Canarias), invasión civil sobre Ceuta (12.000 entradas desbordando masivamente por la fuerza la frontera) y el chantaje híbrido marroquí. Tres años después, el balance es devastador:
Pérdida de credibilidad internacional: España pasó de ser un actor neutral en el conflicto del Sáhara a alinearse unilateralmente con la tesis marroquí sin obtener nada tangible a cambio. Argelia respondió cortando el gas (pérdida de 4.500 millones de metros cúbicos anuales) y rompiendo relaciones diplomáticas, mientras Francia, EE.UU. e Israel avanzaron reconocimientos explícitos de soberanía marroquí sin pagar el coste político que sí asumió Sánchez.
Ausencia de contrapartidas reales: Marruecos ha rebajado la presión migratoria (–63 % en Canarias en 2025), pero la usa como válvula de regulación a su antojo. Cada vez que Rabat quiere algo (control aéreo del Sáhara, delimitación marítima favorable o silencio sobre Ceuta y Melilla), basta con permitir un pico controlado de pateras o tensionar las fronteras terrestres. España responde con más millones (más de 500 desde 2022) y más concesiones sin exigir reciprocidad vinculante.
Debilidad territorial sin precedentes:
- Marruecos mantiene leyes de 2020 que incluyen aguas canarias en su ZEE sin que España haya presentado una sola protesta formal en la ONU.
- El control aéreo del Sáhara Occidental sigue en manos españolas… por ahora. Rabat lo exigirá en esta RAN y Sánchez carece de margen para negarse sin romper la "hoja de ruta" que él mismo firmó.
- Ceuta y Melilla viven bajo la amenaza permanente de la «marcha verde 2.0». La aduana comercial abierta en enero de 2025 es simbólica (738 toneladas en todo el año) y Marruecos la cierra o abre según le convenga.
Dependencia energética y económica creciente: Mientras España pierde a Argelia como proveedor, Marruecos se posiciona como futuro exportador de hidrógeno verde y electricidad renovable a Europa. El gasoducto Magreb-Europa está muerto y el proyecto de interconexión eléctrica con Marruecos avanza… con Rabat controlando la llave.
Falta de estrategia atlántica: El Gobierno Sánchez ha renunciado a liderar una política coherente en el Atlántico medio. Mientras Portugal negocia con firmeza la delimitación con Marruecos y refuerza su alianza con EE.UU., España se limita a gestionar crisis puntuales sin visión de largo plazo.
En esta XIII RAN, Pedro Sánchez llegará con la misma táctica que ha usado desde 2022: sonreír en la foto, firmar acuerdos de cooperación económica y migratoria, y posponer sine die cualquier debate sobre soberanía, delimitación marítima o control aéreo.
Cada concesión se venderá como "pragmatismo responsable", cuando en realidad es la crónica de una erosión progresiva de la posición española en el norte de África. Marruecos no necesita amenazar abiertamente: le basta con recordar que la estabilidad de Canarias, Ceuta, Melilla y el flujo migratorio dependen de su buena voluntad. Y mientras Sánchez siga priorizando la supervivencia política inmediata sobre la defensa de los intereses nacionales permanentes, Rabat seguirá ganando terreno –literal y figuradamente– sin disparar un solo tiro.
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