Dice un viejo refrán que no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Mas no parece que la sabiduría popular ataña a ciertos, demasiados en ocasiones, políticos de los hemiciclos esparcidos por todo nuestro territorio nacional.

El PSOE no hace mucho, por boca del entonces su candidato, rebosaba en avisos y postureo de absoluta intolerancia con los corruptos que aparecieran por sus filas y por sus vidas. Lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses, es de sobras conocido.

En sentido contrario a los corruptos, la actitud que se ofrecía hacia las instituciones era de una total confianza y ensalzamiento de las mismas. Para con la Justicia no eran menos vehementes en sus apreciaciones.

Si nos fijamos en la predisposición para apoyar nuestro tejido productivo, comenzando por el sector primario, la sensación que trasminaba de ser el mesías político que España necesita, le terminaba aupando en la intención de voto que le trajo hasta donde estamos.

Todo eso, ya lo conocen, pasó a mejor vida. Mandó cerrar filas a los suyos en cuanto sus secretarios de organización recibían las primeras acusaciones de corruptos (la de manos que se han quemado puestas en el fuego de la confianza). La Justicia ha terminado siendo objeto de todo tipo de arreones, a la mínima que algún togado se atrevía a tocar a quien, cuasi con fervor, colocaba entre sus elegidos (de quién depende la Fiscalía, decía). De las promesas que atisbaban cambios, sólo sabemos que eran no sólo mentiras, sino que los receptores de las mismas se convertían en el sector a desmontar, en favor de no sabemos qué espurios intereses.

Ahora es España la que espera a reflejarse ante el espejo de su voluntad. Esas urnas en las que evitar o volver a dejarse engañar de nuevo, por inocencia o por irresponsabilidad, por todos aquellos que por acción, omisión o pacto contra natura, nos han traído hasta aquí. 

Cuando hablo de pacto, ya adivinan la otra parte necesaria para hacerlo posible: el PP que en Europa reverencia cuánta propuesta le planta sobre la mesa el socialismo. Los que confían en el socialismo azul, también habrán de vérselas con la conciencia que ensobren camino de las juntas electorales cuando llegue la hora de votar, pues, son ambos socialismos los que nos tienen subyugados a un Pacto Verde Europeo que somete a campo y mar a una condiciones de supervivencia leoninas; son esos mismos los que, al alimón, aprueban el nuevo Sistema de Comercio de Derechos de Emisión, que puede terminar elevando el precio del carburante hasta más allá de los 2 euros a poco que nos descuidemos (y aunque no lo hagamos); los mismos que pretenden que tengamos que examinarnos del carnet de conducir cada 10 años, porque … porque hay que hacer caja.

Con estos mimbres, enfilamos los españoles el último tramo de legislatura, el que nos debería llevar a unas próximas elecciones generales en las que quede claro qué pretensiones albergamos hacia nuestra Nación, en las que sepamos valorar qué fue de todo lo que se nos dijo, y qué promesas pretéritas resucitan ahora, sin rubor alguno, quienes en su momento las devolvieron al cajón de los comodines, a poco que den las 8 de la tarde la jornada electoral.

En poco más de 20 días tendremos una primera oportunidad de tener una primera referencia del estado de los votantes ante las urnas. Extremadura abre el camino: ¿hacia dónde?