La villanía de Sánchez en el Senado
El alarde de filibusterismo político que exhibió el personaje demuestra la dimensión de su histriónico cinismo político, la impronta desvergüenza de un individuo habituado a la indecencia parlamentaria, el engaño como ejercicio habitual, la hipócrita concepción de su discurso y la no menos impostura de reírse con descaro de todos, con esas 18 veces de "no me consta" en sus respuestas (para no incurrir en el delito de falso testimonio por mentir y a la vez no responder a la verdad), sus once "no lo sé", otras siete expresiones de "no tengo constancia", seis "no recuerdo", cinco "desconozco", tres "no sabía decirle", otras dos de "no tengo conocimiento", todas ellas acepciones como evasivas al uso y abuso para intentar llevarnos a la creencia de que no se enteraba de nada lo que, de ser cierto, le incapacita para ser presidente, por omisión de conocer la realidad y procurando taparlo todo cuanto se le preguntaba, tampoco merece serlo.
Lo cierto es que Su Sanchidad todo lo controla en el PSOE, hasta esa deliberación del Consejo de ministros de 28 de diciembre de 2021 (Dia de los Santos Inocentes, por cierto, qué casualidad), donde se acordó "la concesión de la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III" al defenestrado compañero del Peugeot, José Luis Ábalos Meco, "socialisto" de procelosa vida y andanzas diurnas y nocturnas. La desfachatez y desvergüenza de Sánchez llevó a proponer al Rey una distinción que no podrá serle retirada sin que haya sentencia penal firme. Un tratamiento de "excelentísimo señor" que supone bochorno y oprobio por tal distinción a quien la UCO y las investigaciones judiciales sitúan en un ámbito nada honorable.
Las burlas y carcajadas de Sánchez en el interrogatorio al que le sometió el senador del PP, Alejo Miranda, (quien manifiesta que Sánchez mostraba una mano temblorosa por estar fuera de su hábitat) ha sido propio de un desvergonzado al que le resulta indiferente que este político del PP estuviera entubado durante la pandemia mientras la saga del Peugeot se embolsaba ingentes cantidades de dinero en su plan corrupto de saquear el dinero público desde Ferraz y aprovechando los cargos que ostentaban Koldo, Ábalos y Santos Cerdán, en un escándalo que, judicialmente, está salpicando al PSOE con las investigaciones de la UCO.
El Debate publica que "el exgerente del PSOE ocultó al juez que Ferraz conserva decenas de tickets falsos para justificar los pagos en sobres". Algo que por sí mismo, denota el vínculo de la trama corrupta con el propio PSOE y deja al descubierto el Alzheimer político de un Pedro Sánchez que siempre dice que colaborará con la justicia aunque nunca se muestra propicio a declarar judicialmente sino que muy al contrario, intenta inhabilitar al juez por presunta prevaricación que le ha resultado infructuosa y, no sólo eso, sino que se permite proclamar que hay una "minoria" de jueces que hacen política cuando es él quien la hace con los jueces, "colocando" afines en el Tribunal Constitucional, calificando algunos autos judiciales de "lawfer" y procura situar en mayoría a los togados de tendencia "progresista" para asegurarse sacar adelante sus "maniobras" legislativas con los independentistas para apuntalar su sillón presidencial como perdedor de las elecciones.
La recopilación de "hits" de un Sánchez acorralado en el Senado son todo un catálogo de poca vergüenza, cobardía, cinismo y una carga de insensibilidad política muy cuestionable. Las ambigüedades de Sánchez demuestran que pretendía evadir la búsqueda de la verdad en cualquiera de sus testimonios, acostumbrado a su sarcástico comportamiento y con la ayuda de su caterva de asesores, asesoras y asesoros,(948 en total, que ya está bien) protagonistas de sus cotidianas invectivas, ingeniosas estupideces con sinónimos y retruécanos para que cual coro papagayito repita frases, y que en el caso que nos ocupa utilizó dos muletillas: calificar la Comisión de Investigación del Senado de circo para denigrar el ámbito de actuación parlamentaria, donde él se debería sentir el payaso y denominar a la Comisión de Investigación como "Comisión de Difamación", lo que evidencia el nivel del villanía de individuo que quedó por sí mismo y que, según me dicen, aún tenía guardada una carta en la manga por si había de ser utilizarla: ¿La de Franco, quizás? El rompecabezas de una parodia tan patética de este desvergonzado, le retrata como un soberbio, dispuesto a convertir sus respuestas erráticas en mítines políticos y con el firme propósito de no contestar a nadie y menos, decir ni una verdad porque sería su condena definitiva ( por falso testimonio) como culpable de una complicidad intrínseca a sus secuaces "cuatreros" de la política del saqueo público de sobres con dinero al margen de los límites que estos mismos "socialistos" imponen al resto de españoles de bien. Una patética escena propia de película de Torrente de Santiago Segura, por lo esperpéntico y obsceno de las escenas en un personaje histriónico.
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