Marruecos
Marruecos ante el desafío de GENZ212: análisis político y social de una crisis sin precedentes

El movimiento juvenil GENZ212 sacude los cimientos del régimen marroquí tras semanas de protestas masivas, evidenciando el profundo malestar social, la represión estatal y la urgencia de reformas estructurales en salud, educación y empleo.
El otoño de 2025 marca un punto de inflexión en la historia reciente de Marruecos. Desde finales de septiembre, el país ha sido escenario de movilizaciones masivas lideradas por jóvenes agrupados bajo el movimiento GENZ212, que han puesto en jaque tanto a la monarquía como al aparato estatal. El detonante inmediato fue la muerte de ocho mujeres en un hospital público de Agadir, un suceso que ha actuado como catalizador para expresar un descontento mucho más profundo: la falta crónica de servicios básicos, el desempleo juvenil galopante y la corrupción endémica.
Las protestas se han extendido rápidamente a más de diez ciudades, entre ellas Rabat, Casablanca y Tánger. Se trata del mayor desafío social desde el movimiento del Rif en 2016-2017. Los manifestantes exigen mejoras urgentes en sanidad, educación, oportunidades laborales y transparencia institucional, denunciando que mientras el Estado invierte miles de millones en infraestructuras deportivas para el Mundial 2030, millones carecen de hospitales y escuelas dignas.
La respuesta estatal ha sido marcadamente represiva. El rey Mohammed VI y su gobierno han optado por detenciones masivas, censura informativa y despliegue policial, especialmente visible en episodios como los enfrentamientos violentos en Ait Amira —donde vehículos policiales fueron incendiados— o las redadas que dejaron decenas de detenidos en Rabat y Casablanca. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) ha denunciado estas prácticas como ilegales y contrarias a la Constitución, subrayando el carácter autoritario del régimen.
En paralelo, las redes sociales han jugado un papel crucial amplificando las denuncias sobre brutalidad policial y permitiendo que artistas y deportistas se sumen públicamente al movimiento. Este apoyo transversal revela una fractura generacional inédita: los jóvenes no sólo exigen derechos sociales sino también participación política real.
El contexto económico agrava aún más el conflicto. Marruecos afronta una tasa oficial de desempleo juvenil cercana al 47%, con picos urbanos superiores al 48%. La migración interna desde zonas rurales empobrecidas hacia las ciudades es constante, mientras grandes proyectos estatales carecen de impacto real sobre el empleo. La economía muestra claros signos de estrés estructural.
En lo político, la autoridad del rey Mohammed VI está erosionada tanto por problemas internos —incluyendo su delicado estado de salud y luchas intestinas dentro del Majzen (el núcleo duro del poder)— como por fracasos diplomáticos recientes: Marruecos no ha logrado consolidar internacionalmente su posición sobre el Sáhara Occidental ni calificar al Frente POLISARIO como grupo terrorista.
La región del Rif vuelve a convertirse en epicentro simbólico y práctico de las demandas sociales, reclamando autodeterminación tras décadas de marginación. Las reivindicaciones principales pueden resumirse en cuatro ejes: reforma sanitaria urgente, transformación educativa profunda, lucha efectiva contra la corrupción y políticas activas para reducir el desempleo juvenil.
Marruecos atraviesa una crisis multidimensional donde confluyen agotamiento social, represión política e inestabilidad económica. El movimiento GENZ212 representa una generación decidida a exigir cambios reales frente a un régimen que hasta ahora ha sostenido su estabilidad mediante el control autoritario y el abandono social. La magnitud actual del conflicto obliga a repensar profundamente el modelo político marroquí si quiere evitar una escalada aún mayor del descontento popular.





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