Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Actualizada Lunes, 15 de Septiembre de 2025 a las 15:49:55 horas

Antonio Palomar García
Lunes, 15 de Septiembre de 2025

La reversión autonómica: valentía, responsabilidad, insistencia

La bienintencionada concepción de las autonomías, sin quitar lo mucho o poco que hayan traído de bueno, alberga a día de hoy el germen que nos impide caminar realmente juntos cuando llega la ocasión de hacerlo, y nos aleja aún más del respeto que como nación inspiramos al resto de naciones. Si a eso le sumamos la clase dirigente que nos trajo hasta aquí y pervive con nuestros votos, urge entre todos, por una vez, darnos la oportunidad de enviarles al banco de la suplencia a todos estos, en favor de quienes ofrezcan su bizarría frente a la negligencia que nos condiciona a diario, si es que de anteponer nuestra condición de españoles se trata frente a la eventualidad que el momento nos plantee.

 

Por eso hablar de abrir de debates que afecten al bolsillo y al sillón de nuestros políticos, tiene mucho de eso que llaman de hablar en el desierto, sin que semejante circunstancia signifique que hayamos de rendirnos ante una evidencia que, igual, sólo requiere insistencia.

 

Una nueva oportunidad se nos presenta, ahora que nos hablan de la quita de la deuda autonómica, para pagar como españoles la deuda que cada uno hemos amontonado como autonomía, sin proporcionalidad a lo aportado a la multa cada uno, y vendiéndonos que dejamos de deber lo que realmente vamos a pagar, ahora sí, como buenos españoles. En esta tesitura de reunificación centralizada de la deuda ¿por qué no aprovechar para devolver las competencias de las consejerías de más deuda generen, y así no tener que volver a plantearnos nuevas reunificaciones o quitas futuras? Ya sé que es inútil la insistencia, o así lo venden. Yo no lo compro.

 

Las autonomías se idearon y se les dio forma para diferenciarnos desde nuestras peculiaridades regionales, y lo único que consiguieron fue dividirnos y alejarnos de nuestros compatriotas de otras zonas del territorio nacional que, aún hoy, compartimos. Se nos ha ido separando a base de la renuncia expresa de competencias del gobierno central en pro de esta o aquella comunidad autónoma, para ahondar, espero que no pretendidamente, en la división que nos ha traído hasta la actual clasificación de unas autonomías sobre otras, creando cada vez más obstáculos, unas veces surrealistas y otras de cuidado, que vienen a evidenciar la sinrazón de un sistema de división del Estado cada vez menos viable. Y esto contribuye a aquella supuesta imposible reversión que sólo favorece a los susodichos. 

 

Urge que las mentes pensantes y ejecutantes de España se replanteen la necesidad de actuar más allá del interés que se marque desde los despachos de las sedes políticas. Estaríamos ante el mayor acto de responsabilidad política de la historia democrática de nuestra Nación. Quizá por ello, la valentía necesaria para afrontar semejante desafío haga que muchas de esas mismas mentes eludan, siquiera, manifestarse al respecto, por quedar retratados a poco que abriesen la boca. No obstantes si, v.g., no hablar de desempleo no significa que el desempleo desaparezca o no importe a la población, tampoco callar al respecto de lo que expongo implica que el problema no exista. Existe, y cada día lleva a nuestras regiones a ensanchar el límite entre las mismas, tan imaginario como cierto, por mor de la multiplicación a diario por 17 de cada forma de tratar los asuntos para agravio continuado de los españoles.

 

Empero, mientras escribo, me puede el convencimiento de la necesidad de una valentía hoy imposible para afrontar semejante desarrollo, menos aún en una clase política, que representa el bipartidismo español, a la que la gallardía le caducó hace mucho. Esa clase política, la que padecemos, que se dedican a vivir al trantán diario, sin más arrojo que el preciso para mantener la continua y cotidiana dialéctica estéril intergubernamental que, entre ellos, les sirve para mantener a los españoles ensimismados y abstraídos ante la verdadera realidad que, desprevenidos, les acucia.

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