La farsa verde: dictadura climática, hipocresía política y la condena de los pobres

I. La gran mentira verde: “salvar el planeta”
Desde hace años se repite un mantra constante: “tenemos que salvar el planeta”. Gobiernos, medios de comunicación, corporaciones y ONGs lo repiten como dogma incuestionable. Cualquier disidencia se tacha de herejía, cualquier duda se asfixia con insultos, cualquier voz crítica es automáticamente reducida a “negacionista”.
Pero el planeta no necesita ser salvado. El planeta no está en peligro. El planeta es un sistema vivo y brutalmente resistente que ha sobrevivido a cataclismos cósmicos, glaciaciones masivas, erupciones que cubrieron continentes enteros de ceniza, impactos de asteroides que borraron el 90% de la vida. Y aun así, aquí sigue.
El discurso de “salvar el planeta” es un fraude conceptual. Lo que de verdad quieren decir es: “salvar un modelo político y económico usando el miedo como herramienta”.
II. Madrid y la dictadura urbana
El caso de Madrid es paradigmático. Se prohíbe la entrada a más de 400.000 vehículos el 1 de enero. 400.000 madrileños serán castigados no por contaminar más que otros, sino por ser más pobres.
El rico se compra un coche eléctrico de 50.000 € y recibe medallas verdes.
El obrero mantiene un coche viejo porque no puede permitirse otro y es tratado como delincuente ambiental.
Esta no es una medida ecológica, es una medida clasista. Una forma de expulsar a la gente humilde de la ciudad y de mostrar al mundo que Madrid “se moderniza” aunque sea a costa de convertir la movilidad en privilegio de élites.
III. El CO₂: demonio inventado
El enemigo central del dogma verde es el CO₂. Pero lo que no se dice es que el CO₂ es la base de la vida.
Las plantas lo absorben.
Los bosques lo transforman en oxígeno. Las cosechas crecen gracias a él.
En épocas geológicas el CO₂ fue diez veces mayor que hoy y la vida floreció. ¿Cómo se explica eso si el CO₂ es un veneno? Muy sencillo: no lo es. Es alimento. Es fertilizante natural.
El verdadero problema del dogma verde es que se ha construido una religión alrededor del miedo. El CO₂ no es un problema global: es un recurso manipulado para justificar negocios, impuestos y control social.
IV. El planeta no es un ser humano
La propaganda oficial presenta al planeta como si fuera un niño enfermo que necesita cuidados. Se habla de la “Tierra que llora”, de la “Tierra que sufre”. Pero la Tierra no es un humano. No siente, no llora, no sufre. La Tierra cambia.
Cambia por el eje que se inclina.
Cambia por el núcleo que hierve.
Cambia por el Sol que late en ciclos.
Cambia por volcanes que expulsan más gases que todas las industrias humanas juntas.
El clima nunca fue estable. Nunca. Querer fijarlo es como querer detener las mareas con las manos. La arrogancia humana de creer que controla el clima es un delirio.
V. La hipocresía de las élites
Los mismos que nos piden sacrificios se pasean en jets privados, yates de lujo y caravanas de coches blindados. Los mismos que nos exigen pagar impuestos verdes firman contratos millonarios con las multinacionales más contaminantes del planeta.
Ejemplos sobran:
Las cumbres climáticas que congregan a miles de políticos viajando en avión.
Los cruceros que contaminan más que millones de coches juntos.
El litio y el cobalto para baterías “verdes”, arrancados de África con explotación infantil y destrucción ambiental.
El discurso verde no es ecología. Es un negocio sucio disfrazado de moral.
VI. El negocio del miedo
La industria del miedo climático mueve trillones. Sirve para justificar:
Nuevos impuestos.
Nuevos créditos internacionales.
Nuevos productos financieros como los “bonos verdes”.
Nuevos negocios basados en energías subvencionadas.
La élite encontró en el clima el arma perfecta: un enemigo invisible, global, intangible, eterno. Algo contra lo que nadie puede luchar, pero que sirve para controlar a todos.
VII. El verdadero crimen
El verdadero crimen no es conducir un coche viejo. El verdadero crimen es: manipular la ciencia para obedecer a la ideología, condenar al pobre mientras el rico se viste de verde, criminalizar al ciudadano común mientras las corporaciones siguen contaminando océanos y atmósferas, usar la ecología como cortina de humo para imponer un feudalismo moderno.
VIII. La proclamación necesaria
Madrid no necesita una alcaldía que se disfrace de ecologista. Necesita un gobierno que defienda a sus ciudadanos.
El mundo no necesita una élite que predique desde sus mansiones. Necesita justicia real, coherencia y verdad.
Y nosotros, los ciudadanos, no necesitamos miedo. Necesitamos libertad.
IX. Hacia la resistencia ciudadana
La única salida es la resistencia. Una resistencia civil, cultural, social y política contra la dictadura climática. Una resistencia que: desenmascare la mentira, defienda al ciudadano humilde, exija justicia ecológica real (contra los poderosos, no contra los pobres), rechace el chantaje del miedo como herramienta de control.
X. Conclusión: el futuro en nuestras manos
El aire de Madrid no se limpiará expulsando a 400.000 coches viejos. Se limpiará con transporte público eficaz, con inversión real, con coherencia política.
El planeta no se salvará persiguiendo al obrero. El planeta se defenderá enfrentando a las multinacionales que saquean selvas, mares y recursos.
Y la humanidad no vivirá mejor bajo una dictadura verde. Vivirá mejor cuando recupere su libertad frente a quienes manipulan el clima como excusa para dominar.
Por eso, nuestro deber es claro:
No obedecer al miedo.
No aceptar la mentira.
No rendirse al chantaje climático.
El futuro no lo dictará un alcalde hipócrita ni una élite verde. El futuro lo dictará la resistencia de los pueblos.
Y esa resistencia empieza aquí, con una voz clara, firme, dura e implacable:
¡Basta de hipocresía climática!
¡Basta de dictadura verde!
¡Basta de condenar al pueblo mientras los poderosos contaminan a placer!
Porque la Tierra no pertenece a las élites, pertenece a quienes la habitan, trabajan y sufren en ella.
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