¿En qué se convierte quien acepta indicaciones, se somete a los deseos y concede todo cuanto le pide un delincuente?

En las últimas elecciones tuvimos un ganador, un triunfador y un aprovechado. Aunque el ganador fue el PP, quien realmente triunfó en las elecciones de 2023 fue Puigdemont. Pedro Sánchez, quién jamás ganó unas elecciones, se limita a aprovechar pucelas inesperados.

Por ello, en España no gobierna quien gana las elecciones, sino quien recolecta más botones que, una vez pulsados, indican que el nuevo presidente es uno que jugó con la voluntad del electorado en su propio beneficio. Lo del respeto a las mayorías quedó para mejor ocasión (seguramente para reprochárselo al de enfrente llegado el caso). En esta España firma el BOE uno que sigue indicaciones de otro quien, por 7 asquerosos escaños, condiciona a la baja, y al desguace, la vida política, económica y social de nuestra Nación.

La venganza está servida y ejecutándose. El resultado judicial (y, por tanto, legal y legítimo) del 1-O continúa derivando consecuencias nefastas para España. La primera de ellas: cada nuevo periodo de sesiones se inicia no en el Congreso, sino en la sede que el Ali Baba catalán se ha montado en Waterloo a costa del erario público español, a dónde van los mandados de Sánchez, qué más da quién, a rendirle arrastrados la pleitesía que un delincuente les exige. Y con ello vuelvo a la pregunta inicial ¿en qué reafirma su conversión Sánchez con cada emisario que le representa en Bélgica?

Cabe, pues, también inquirir acerca del motivo que nos mantiene en esta situación. Este no es otro que nuestra Ley Electoral y la urgencia requerida de su reforma, para exigir desde la misma un mayor porcentaje necesario para acceder a nuestros órganos de representación nacional, el Congreso de los Diputados y el Senado de España. Pero ello requiere que den los números, y que el PP anteponga la sensatez a sus cálculos electorales inmediatos (y futuros), se cargue de la valentía que hace tiempo olvidó, y ofrezca ese sentido de estado al que apela cada vez que el PSOE les manda firmes, para rubricar con el socialismo todos sus acuerdos.

La otra parte necesaria para hacer esto posible, es VOX, y a VOX poca o ninguna requisitoria cabe hacerle. Lleva desde 2014 aludiendo a esta necesidad de reforma de la ley electoral para devolver a los españoles, en la medida de lo posible, una representación que se corresponda en mayor medida a lo que sus votos deciden. Pero eso pone en riesgo las muletas que suponen la presencia de los partidos de carácter regional, por norma independentistas, para sumar las mayorías que en este medio siglo de democracia llevamos vividas.

No parece que sean muchos los españoles que se sientan representados por Puigdemont fuera de la región catalana. Ni tampoco muchos los que aceptan la continua genuflexión de nuestro gobierno, cada vez que el susodicho recuerda de quién depende el sillón de nuestro escuálido presidente. Eso de que los periodos de sesiones se inicien con una visita al prófugo, avergüenza a cualquiera y sirve de mofa al conjunto de Europa.

Cuando llegue la oportunidad, que alguno empieza a dudar que llegue, de cambiar este gobierno, será el momento de la responsabilidad, el valor y el sentido que, de una vez por todas, lo sea de Estado.