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Viernes, 05 de Septiembre de 2025

El mito de las ONGs y la ética de la creación de valor real

Durante décadas, las ONGs han sido presentadas como los salvadores de la humanidad, luchando contra la pobreza, la enfermedad y la desigualdad. La narrativa dominante las pinta como ángeles guardianes, mientras que la realidad es mucho más cruda: muchas ONGs son estructuras improductivas, burocráticas y, en numerosos casos, perniciosas. La buena intención, por sí sola, no transforma el mundo.

 

La ilusión de la caridad: millones que se evaporan

Supongamos que un filántropo dona un millón de euros a una ONG. Entre un 80% y un 90% se pierde en salarios de gestores, viajes, consultorías, oficinas y marketing. Lo que llega a los beneficiarios se gasta rápidamente y vuelve a la situación inicial: dependencia perpetua y desperdicio de recursos.

 

Casos históricos confirman este patrón:

Tras el terremoto de Haití en 2010, ONG con presupuestos millonarios invirtieron enormes sumas en logística y administración, mientras los damnificados recibían solo una mínima fracción de ayuda real.

 

Auditorías de ONG europeas y norteamericanas muestran que solo el 10-15% del dinero llega efectivamente a los beneficiarios.

 

Equipos de gestión disfrutan de sueldos comparables a CEOs de empresas exitosas, viviendo del presupuesto como si fueran empresarios de la caridad.

 

El resultado es un circo moral: todos aparentan hacer el bien mientras nada cambia estructuralmente.

 

 

Aristóteles: virtud versus simulacro

Aristóteles medía la ética por la capacidad de producir un bien real y duradero. La caridad burocrática, aunque bienintencionada, no desarrolla habilidades, independencia ni prosperidad.

 

Crear empresas que generen empleo, riqueza y habilidades cumple todos los criterios de virtud: es racional, eficaz y útil. Las ONGs que solo distribuyen dinero sin impacto estructural son un simulacro moral, un espejismo que engaña a benefactores y beneficiarios.

 

 

Descartes: claridad y racionalidad

Descartes exige que las acciones sean claras, distintas y medibles. La donación tradicional carece de estas condiciones: su impacto es difuso, efímero y difícil de cuantificar. Invertir capital o innovar disruptivamente produce resultados tangibles y verificables: cada empleo creado multiplica oportunidades; cada innovación transforma industrias enteras.

 

Desde el punto de vista cartesiano, el filántropo que sigue el modelo tradicional de ONG actúa irracionalmente, desperdiciando recursos sin efectos medibles.

 

 

Ayn Rand: ética del mérito y la productividad

Ayn Rand defendía la moralidad de la productividad y el mérito. Premiar la mediocridad mediante donaciones indiscriminadas es inmoral. Muchas ONGs fomentan dependencia, burocratizan la caridad y recompensan la inacción.

 

En cambio, crear riqueza, empleo y tecnología multiplica el bienestar de millones y recompensa la iniciativa, la creatividad y el esfuerzo individual. Esto es la ética del valor real, que promueve crecimiento, independencia y mérito.

 

 

Elon Musk: tres formas de generar impacto

El ejemplo contemporáneo de Elon Musk ilustra la diferencia:

 

1. Donar 100 millones a una ONG

Impacto: mínimo y temporal.

La mayor parte se pierde en burocracia.

Bienestar generado: limitado.

 

2. Convertir esos 100 millones en 2.000 millones mediante inversión productiva

Impacto: enorme, se crean empresas, empleo y habilidades sostenibles.

Bienestar: alto, multiplicado y duradero.

 

3. Crear algo disruptivo como Tesla o SpaceX

Impacto: global. Revoluciona industrias, mercados y tecnologías enteras.

Bienestar: miles de millones de personas se benefician directa o indirectamente durante décadas.

 

La diferencia es abismal: donar es efímero, invertir genera riqueza, innovar transforma el mundo entero.

 

 

El circo de las ONGs improductivas

Muchas ONGs no solo son ineficaces, sino que generan efectos perniciosos:

Dependencia estructural: los beneficiarios no aprenden a generar recursos por sí mismos.

Jerarquías burocráticas autoalimentadas: los gestores se benefician más que los destinatarios.

Desperdicio de capital, tiempo y talento: recursos que podrían generar riqueza real se consumen en simulacros de ayuda.

 

 

Premio a la mediocridad: desalienta la iniciativa individual.

Casos históricos y estadísticas son demoledores:

Grandes ONG con presupuestos multimillonarios han fracasado en cumplir sus objetivos mientras sus directivos disfrutan de sueldos comparables a CEOs.

 

Algunas ONG internacionales han perpetuado pobreza y dependencia, creando comunidades dependientes del presupuesto externo durante décadas.

 

La inversión productiva y la innovación, en cambio, generan empleo, habilidades y crecimiento sostenible a gran escala.

 

 

La ética de la creación de valor

La acción ética y eficaz consiste en:

1. Invertir para generar riqueza y empleo: multiplica recursos y capacidades.

2. Innovar disruptivamente: transforma industrias y sociedades enteras.

3. Maximizar impacto tangible, medible y sostenible.

 

Aristóteles vería virtud, Descartes claridad y lógica, y Ayn Rand mérito y productividad. Las ONGs tradicionales serían ilusión moral, irracional y perniciosa.

 

 

Conclusión

El filántropo moderno tiene tres opciones: donar, invertir o innovar. La donación tradicional es una pérdida de tiempo, dinero y oportunidad. La inversión productiva genera riqueza, empleo y desarrollo sostenible. La innovación disruptiva cambia industrias, economías y la vida de miles de millones.

 

En términos de ética, racionalidad y eficacia: donar a ONGs improductivas es para imbéciles. Crear valor y transformar vidas es para humanos.

 

Mientras el mundo celebra limosnas y proyectos caritativos que apenas cambian algo, la verdadera transformación ocurre en quienes generan riqueza, producen y revolucionan el bienestar humano.

La opinión de Ceuta Ahora se refleja únicamente en sus editoriales. La libertad de expresión, la libertad en general, es una máxima de filosofía de este medio que puede compartir o no las opiniones de sus articulistas

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