
La derrota que trasciende el marcador
La derrota de la AD Ceuta en Santander ha vuelto a poner de manifiesto que lo que rodea a este proyecto futbolístico va mucho más allá del deporte. Los análisis deportivos publicados tras el encuentro —centrados en la expulsión de Anuar, los errores defensivos o las actuaciones individuales— sirven como ejemplo de cómo se nos invita a mirar hacia lo accesorio, mientras lo esencial permanece oculto: el uso del club como instrumento político y económico en una ciudad castigada por la precariedad.
La realidad ceutí es dura: paro estructural, falta de oportunidades, crisis de vivienda y una brecha social cada vez más profunda. Y, sin embargo, ante esa crudeza, se levanta un relato amable en torno a un equipo de fútbol que se convierte en símbolo, anestesia y distracción. La vieja política del pan y circo se reproduce aquí con una particularidad alarmante: apenas hay pan, y el circo, sostenido a base de promesas huecas y subvenciones públicas, se tambalea partido tras partido.
El proyecto de la AD Ceuta no es, como se pretende vender, una oportunidad de crecimiento colectivo o un motor económico. Es, más bien, un artificio. Una construcción basada en falsas expectativas que utiliza el fervor popular para mantener sometida a una ciudadanía que, al calor de los colores de su equipo, baja la guardia ante quienes manejan los hilos del poder. Lo deportivo se reduce a excusa; lo político y lo económico marcan la partitura.
Cada error en el campo, cada derrota, cada polémica arbitral debería ser anecdótica frente a la pregunta de fondo: ¿qué se persigue realmente? La respuesta parece clara: mientras se alimenta la ilusión de un proyecto deportivo enraizado en la identidad local, se siguen drenando recursos públicos que nunca llegan a quienes más los necesitan.
Pero este experimento puede irse de las manos a quienes tan torpemente lo han diseñado. Porque la realidad se impone, en la calle y también en la cancha. Y lo que cada partido demuestra es que la AD Ceuta dista mucho de ser un equipo profesional de Segunda División, ni mucho menos competitivo, algo imposible de conseguir sin que, para ello, se vuelvan a esquilmar las arcas públicas con alguna maniobra de Vivas. Pasar de la euforia generada a la decepción de la realidad puede resultar muy peligroso, especialmente en una ciudad cada vez más crítica, con muy poco presente y sin ninguna expectativa de futuro.
La AD Ceuta, convertida en cortina de humo, no es sólo un club. Es el reflejo de cómo se utiliza la pasión de un pueblo para enmascarar la falta de soluciones reales. El problema no es perder en Santander ni un mal arbitraje. El problema es haber instalado la idea de que el fútbol puede suplir la ausencia de futuro. Y eso, más que una derrota deportiva, es una derrota social.
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