
Ni esta Europa, ni esta España
En los últimos días, ha vuelto a quedar en evidencia de nuevo (otra vez más) la inutilidad de la actual conformación de la Unión Europea para sus estados miembros. La presencia de distintos primeros ministros en la Casa Blanca acompañando a Zelensky, ha mostrado al conjunto de planeta qué es eso que llaman Europa, la de los 27 de momento, y a qué responde cuando de lo que se trata es de exponer a tu anfitrión, llámese en este caso Trump, la unicidad de criterio de los visitantes respecto del tema a tratar, en esta ocasión, la guerra ruso-ucraniana.
No es esta Europa la que se esperaba. Una Europa capaz de legislar hasta la extenuación y de prohibir hasta la respiración si nos descuidamos (y si no, también), es incapaz de poner de acuerdo a seis o siete líderes europeos frente a un solo americano que a todos pone firmes apenas aparece. Esa Europa que vocifera por la energía verde, pero que manda a talar los arboles para dejarnos sin oxígeno, es la que se presenta ante Trump, para pasmo de cada uno ante las intervenciones de los otros (videos rondan las redes mostrando a Meloni no dando crédito a lo que estaba escuchando del alemán Merz). Situación que al americano le servía para explayarse en su prepotencia, agravando aún más el ordeno y mando con el que viene teniendo al mundo durante los últimos meses. ¡Vaya panda de Paquillos a los que han dado un carguillo en Europa! Podía pensar el plenipotenciario presidente estadounidense (con perdón hacia los Pacos), quien bien podría haber pensado que los europeos le confundían, craso error, con el tal Sánchez, ese que acostumbra a conceder cuanto le pidan sus socios con tal de mantenerse en el cargo.
Lo de España ha vuelto a ser una vez más, ya son incontables y volverá a pasar, en la que ha quedado de manifiesto el evidente obstáculo que para la resolución de problemas (llámense incendios, apagones, inundaciones, pandemias, etc.), supone nuestro llamado estado autonómico. Ese que nos ha llevado a ver multiplicado por tres nuestras administraciones (duplicado al autonomizarse y triplicado con la creación de tanto chiringuito en sus distintas acepciones -agencias, observatorios, etc, etc.-), para conseguir que toda responsabilidad se termine diluyendo en continuos enfrentamientos entre políticos, con pueblo expectante ante el numerito de unos y otros, y esperando respuesta a lo suyo convencido, por experiencia, de qué no la va a tener.
No es esta España la que pretendíamos. La España en la que diecinueve presidentes autonómicos (ojo, ¡19!) cuando hay problemas, se atrincheran en sus recintos buscando, como sea, la salvaguarda de esos datos que les dicen que sus siglas (su verdadero interés) continuarán ondeando su bandera y su color en el Flandes que les mantiene, aun a costa de los problemas de los españoles. La situación tiene arreglo, pero los reparadores son los mismos que los que agravan a diario el problema, se llama reforma de la Constitución y está en nuestra mano cambiar de operarios para posibilitarlo. Quizá así se arregle no sólo lo de aquí sino, incluso, lo que nos afecte de Europa.
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