
De Ceuta a Granada: la epopeya que cambió la historia
El 21 de agosto de 1415 Ceuta entró de nuevo en la historia de Europa y de la Cristiandad. Ese día, las huestes del rey Juan I de Portugal, junto a sus hijos —entre ellos el Infante Enrique el Navegante—, desembarcaron en la bahía norte de la ciudad y, tras una fulminante operación militar, la ciudad fue finalmente reconquistada para Occidente.
Ceuta llevaba más de siete siglos bajo dominio islámico. Había sido precisamente desde sus murallas y puertos que, en el año 711, los ejércitos musulmanes cruzaron hacia la Península, precipitando la caída del Reino Visigodo. Que fuese Ceuta, en 1415, el primer territorio norteafricano en volver a manos cristianas no fue casualidad: era un símbolo. Se recuperaba el punto de partida de la invasión islámica peninsular, cerrando así un ciclo de la historia.
La conquista portuguesa no fue solo una victoria militar. Representó la restitución de una identidad que venía de lejos: la de una ciudad fundada en tiempos fenicios, integrada en la Hispania romana y cristianizada siglos antes de la irrupción islámica. Volvía Ceuta a ser faro y frontera de Europa, puerta entre el Mediterráneo y el Atlántico, enclave decisivo para el comercio y la estrategia militar.
Pero es que tras su reconquista comenzó algo más grande: la expansión ultramarina. Desde aquí se abrió la senda de los descubrimientos portugueses en África y en el Atlántico, que más tarde enlazarían con la gran empresa española en América. Ceuta fue, en cierto modo, la primera piedra de esa epopeya que llevaría a los pueblos ibéricos a cambiar el destino del mundo.
Sin duda, para los cristianos de la época, este hecho fue la confirmación de que la historia de la invasión islámica podía ser revertida incluso en tierras de la antigua hispania transfretana. Tras siglos de resistencia en la Península, se demostraba que la recuperación total era posible. Y efectivamente, apenas 77 años más tarde, con la caída de Granada en 1492, la Reconquista peninsular culminaba, abriéndose las puertas hacia ese ferviente deseo renacentista de una restauración cristiana y romana en ambas orillas del mediterráneo. El testamento de Isabel la Católica es la principal evidencia de que para los reinos peninsulares el proceso reconquistador en absoluto había concluido con la toma de Granada.
Hoy, seis siglos después, Ceuta debe ser recordada como lo que es: una ciudad heroica, adelantada a su tiempo, guardiana de la Cristiandad en África y avanzada de Europa en el Estrecho. Su historia nos recuerda que las naciones se construyen con esfuerzo, fe y valentía; que nada está perdido cuando un pueblo mantiene viva su memoria y su destino.
La Toma de Ceuta fue la primera victoria de la Europa moderna en el norte de África. Reconquistada para la Cristiandad, su ejemplo sigue iluminando a quienes creemos en la fuerza de la historia y en la permanencia de nuestra civilización europea, cristiana y occidental.
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