
Jumilla, la borrachera ideológica manipulada
Un viejo amigo, de izquierdas él, sensato él, honesto él, coherente él, defensor por genética de valores y principios, me dijo hace poco, con ocasión de la brutal agresión en la localidad murciana de Torre Pacheco por parte de un inmigrante ilegal a un anciano de 68 años, que éste sí era un clarísimo caso de racismo, xenofobia, y lo que es más grande, de edadismo porque había sido apaleado salvajemente sin causa, una persona de avanzada edad por un magrebí muy joven por motivos de diversión. "Le pegaron por ser cristiano y ser persona mayor", me dijo con sentencia de sabiduría progresista sensata y valores de persona culta, desposeída de los mantras totalitarios acomodados a intereses espurios.
Por cultura o religión, edad y nacionalidad, -razonaba este admirado amigo dechado de valores y principios-, hay que diferenciar a los agresores del agredido, en gentes que para Marruecos nunca pierden su nacionalidad, por mucho que digan que son españoles de origen marroquí. ¿Qué mayor rango de racismo que apalear a un anciano indefenso? No obstante, los partidos de izquierdas, incluidos PSOE, Sumar y Podemos, se afanaron en revertir la situación para sacar rédito político e introducir su mantra: la extrema derecha que junto al Partido Popular, criticaban esta aberrante agresión plagada de inhumanidad.
Poco tiempo después, otra población murciana, ésta famosa por su buen vino con denominación de origen, Jumilla, ha saltado al foco mediático, porque el Pleno del Ayuntamiento decide prohibir el uso de polideportivos y espacios públicos para rezos y cultos, interpretándose por algunos sectores manipuladores que se atenta contra las dos celebraciones religiosas islámicas del fin del Ramadán y la Fiesta del Sacrificio. Pronto los defensores de unos supuestos valores que no son tales, para deformar hasta la náusea una manipulación burda para convertirlo en detractor argumento de cómo es la derecha española y como sería este país si cayera en las garras de PP y Vox. Sánchez busca más "fango" en lugar de afrontar el debate inaplazable sobre el encaje islámico en Europa y las consecuencias de la inmigración masiva. Y ahora resulta que en Jumilla, hay dos mezquitas con la suficiente capacidad de aforo como para acoger estas celebraciones islámicas sin ningún problema. ¿Cabe mayor manipulación?
El relato del miedo a la ultraderecha no funciona como tampoco lo hizo "resucitar" o desenterrar a Franco, pese al intento de aroma guerra civilista que muestra el nuevo Largo Caballero pasado por las saunas de su suegro, enmarañado en esa guerra de géneros, lastrada por la caterva de puteros y acosadores entorno a Sánchez, con procesos judiciales por doquier. Ahora intenta convertir la xenofobia en el banderín de enganche para una movilización de una supuesta caterva nacional-populista intervenida en La Moncloa y Waterloo. Parece obvio que la inmigración ilegal es un problema que eleva continuamente el apoyo electoral del Vox, a la vez que la extensión del islam en barrios y ciudades plantea un serio problema de inseguridad ante el que no se pueden cerrar los ojos. Los valores medievales son incompatibles con los occidentales.
El obsceno sometimiento de Sánchez a Puigdemont y Otegi, la profusión de prostíbulos con una táctica frentista parvularia, no puede ser sustitutiva de su infinita estulticia y hedor a perdedor para derivar una realidad a un mundo de ficción el mismo que ha suscrito en Bruselas la política migratoria que en España califica de fascista, obviando que las muertes en el mar son consecuencia directa de la insostenible inmigración irregular y masiva promovida por las mafias que trafican con seres humanos y que las deportaciones son inevitables.
El Defensor del Pueblo, al servicio del Gobierno al igual que el fiscal general del Estado imputado, reclama información a Jumilla "a fin de facilitar el ejercicio de los altos de culto", cuando para los valencianos de la Dana no estuvo y en la isla de la Palma siguen viviendo en contenedores, los enfermos de la ELA no reciben la ayuda votada, ni los nombra. Sin embargo, ha sido suficiente denegar un polideportivo para la oración colectiva de musulmanes para que el Defensor del Pueblo apareciera por encanto con toda contundencia.
Decía la prestigiosa periodista italiana Oriana Fallaci en septiembre de 2001, con una apreciación de visionaria que "los quince millones de musulmanes que hoy viven en Europa (¡quince!) son solamente los pioneros de futuras oleadas. Y créeme: vendrán cada vez más. Exigirán cada vez más, pues negociar con ellos es imposible. Razonar con ellos, impensable. Tratarlos con indulgencia o tolerancia o esperanza, un suicidio. Y cualquiera que piense lo contrario es un pobre tonto".
Yo, que soy de la generación que iba a morir porque iba a desaparecer la capa de Ozono por culpa del desodorante, quiero recordar a Ramón del Valle Inclán en "Luces de Bohemia" cuando dijo: "En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo", y si no que se lo digan al PSOE con las "titulitis" falsas de todo su entramado de enchufados en cargos públicos, con una ministra (la de Universidades), Diana Morant, pidiendo "recuperar la humanidad", por el intento de suicidio del comisionado de la Dana, José Ángel Batalla, que intentó suicidarse el viernes tras su dimisión por la investigación sobre su título falso. La misma ministra tras nueve meses de la izquierda llamando "asesino" a Mazón, sin indulgencia alguna y, por supuesto, sin la humanidad que ahora reclama para un falsificador de cualificación académica.
A la vista del panorama, parece obvio que en España sobra mala leche y falta sentido del humor para digerir tanta falacia, manipulación y engaño. En Torre Pacheco no hubo racismo contra los agresores y sí contra el agredido; en Jumilla se adoptó una decisión plenaria ajena a matices religiosos, aunque hasta la Iglesia salió implicándose en política en vez de salvaguardar tantísimos casos de pederastia infame y vergonzosa descubierta en su seno. "Consejos doy que para mí no tengo", diríase.
El problema no es ser musulmán, sino no querer ser a la vez europeo lo que comporta la aceptación del código ético, legal y cultural que más prosperidad ha otorgado a la humanidad. Proteger nuestra cultura no es racismo; lo que sí es alarmante es que cada día fallezcan en España 94 personas dependientes sin haber llegado a recibir prestaciones o servicios, una cada 15 minutos. Esta es la España de progreso del social-comunismo enfrascado en políticas de escaparate. En definitiva, una borrachera de improperios, desatinos e infamias, y no originadas con vino de Jumilla, precisamente.
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