En el panorama político de Ceuta, Juan Vivas se ha convertido en una figura casi inamovible. Como esos muebles antiguos que, aunque polvorientos y anticuados, nadie se atreve a cambiar. "No me han sugerido apartarme", declara con la seguridad de quien cree que su presencia es indispensable. Pero, ¿es realmente así?

El argumento de Vivas parece basarse en la falta de sugerencias para que se retire. Es un enfoque peculiar, como si un chef decidiera no cambiar el menú porque nadie se lo ha pedido explícitamente, aunque sus clientes se vayan con hambre. La falta de críticas directas no es sinónimo de satisfacción general. A veces, el silencio es más elocuente que las palabras.

Ceuta, con su rica historia y su vibrante diversidad, merece un liderazgo que no solo administre, sino que también inspire y sepa adaptarse a los tiempos que corren. Un liderazgo que no se quede anclado en el pasado, sino que mire hacia el futuro con visión y audacia. Vivas, aunque ha servido a la ciudad durante años, parece haber llegado a un punto donde su continuidad se basa más en la inercia que en la innovación.

Los desafíos de Ceuta no son pocos. Desde la gestión de las relaciones con Marruecos hasta el impulso económico y social de la región, la ciudad necesita un cambio de aires. Un nuevo liderazgo podría proporcionar la energía y las ideas necesarias para enfrentar estos retos con una perspectiva fresca.

Es importante que los líderes sepan cuándo es el momento adecuado para dar un paso al lado. No por falta de sugerencias, sino por el bien común. Ceuta necesita una renovación que permita explorar nuevas alternativas. Así como un chef sabe cuándo reinventar sus platos, un político debe reconocer cuándo es hora de pasar el delantal.

En resumen, Vivas ha sido una figura clave en la política ceutí, pero quizás sea el momento de que Ceuta explore nuevos horizontes. No porque alguien lo sugiera, sino porque la ciudad lo merece. Que el futuro de Ceuta no se construya sobre el silencio, sino sobre la acción y la renovación.