
Juan Vivas y la política del tránsfuga a medida
Ceuta vive una de sus etapas políticas más estancadas y opacas en lo que respecta a la regeneración institucional. La figura de Juan Vivas, al frente del gobierno local desde hace más de dos décadas, no solo representa la longevidad política, sino también el perfeccionamiento de una maquinaria basada en el clientelismo, el control institucional y el fomento deliberado del transfuguismo como herramienta de poder.
En este ecosistema, nombres como el de Fatima Hamed no son excepciones: son productos. Hamed no surgió como un proyecto independiente o combativo, sino como resultado directo de esa lógica de poder en la que el líder popular ha sido maestro. Fue una dirigente impulsada originalmente por Caballas, partido liderado por el tándem formado por Mohamed Alí y Juan Luis Aróstegui, ambos apostaron por ella otorgándole la oportunidad de concurrir a sus primeras elecciones locales. Su posterior ruptura con la formación, traicionando a quienes la impulsaron, no fue casual ni ideológica: fue el primer paso de un itinerario de acomodo político facilitado y alentado desde el poder que representa Vivas.
La fundación de su propia formación, el MDyC, no puede entenderse sin el contexto de ese apadrinamiento silencioso. Lejos de ser un proyecto político autónomo, el MDyC ha funcionado —y sigue funcionando— como una pieza más en el tablero de Vivas, útil para fragmentar el voto crítico, aportar una supuesta diversidad política y, llegado el momento, servir de muleta parlamentaria cuando el gobierno local ha necesitado estabilidad.
Los desencuentros entre Hamed y Vivas han sido más teatrales que reales. La retórica de enfrentamiento ha encontrado su límite cuando los equilibrios de poder lo han exigido: cuando Vivas ha necesitado el apoyo de MDyC, lo ha tenido. Sin condiciones, sin resistencias de fondo, sin líneas rojas. Esa obediencia práctica habla mucho más alto que los discursos encendidos o los gestos para la galería.
Este patrón se ha repetido en los últimos años con otros tránsfugas a los que se ha ofrecido acomodo a través de prebendas económicas o laborales. Lejos de combatir el transfuguismo, Vivas lo ha institucionalizado, convirtiéndolo en un método de gobierno. No importa la fidelidad ideológica ni la coherencia política, importa la utilidad coyuntural. Y en ese juego, el poder se compra, se premia o se asegura a través de un tejido de favores que ha consolidado un régimen de poder personalista.
Que es hora ya de una verdadera regeneración política que desmonte este andamiaje de lealtades precocinadas, está lejos de cualquier duda. Mientras eso no ocurra, cada nueva escisión, cada nuevo grupo “alternativo” que de pronto se convierte en aliado silencioso, no será sino otra expresión del mismo viejo truco: la perpetuación del poder mediante la descomposición controlada de la oposición a golpe de talonario.
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