Jueves, 18 de Septiembre de 2025

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Arnaldo D. Torroja
Miércoles, 23 de Julio de 2025

El legado que incomoda: Ceuta, Vivas y el espejo de Montoro

Durante más de dos décadas, Juan Vivas ha tejido un relato de estabilidad institucional en Ceuta, amparado en una idea que ha repetido como dogma: la lealtad institucional a toda costa. Sin embargo, esa misma lealtad, cuando se ejerce sin escrutinio ni sentido crítico, termina por transformarse en sumisión ciega y, peor aún, en complicidad silenciosa.



Uno de los nombres que ha marcado la trayectoria política de Vivas es el de Cristóbal Montoro, una figura ampliamente reconocida no por su brillantez, como se le ha querido presentar en ciertos círculos del poder, sino por su rol en una gestión económica que fue profundamente polémica y, según muchas voces, estructuralmente corrupta. Y, sin embargo, Vivas no solo mostró cercanía con Montoro, sino que llegó a ensalzarlo como uno de los grandes políticos españoles de nuestro tiempo.



¿Ignoraba Vivas las prácticas de Montoro? ¿O simplemente optó por mirar hacia otro lado, en nombre de una supuesta estabilidad para Ceuta? La cuestión no es baladí. Porque mientras Montoro tejía desde el Ministerio de Hacienda una red de control político y financiero con tintes clientelares, Ceuta aparecía como uno de los enclaves beneficiados por esa “generosidad” que en realidad respondía más a intereses de partido que al verdadero interés general.



¿Dónde termina la gratitud institucional y dónde comienza la connivencia? La Ceuta de Vivas, con su dependencia crónica de las ayudas estatales, ha sido moldeada en gran parte bajo un modelo de gestión que exige adhesión incondicional a figuras como Montoro. Un modelo que no ha hecho más que cronificar los problemas estructurales de la ciudad, escondiéndolos bajo la alfombra de los fondos excepcionales y las promesas reiteradas de protección estatal.



El paralelismo con la corrupción que hoy sacude al PSOE bajo el mandato de Pedro Sánchez no es anecdótico. En ambos casos, se utiliza la noción de lealtad institucional como escudo frente a la crítica y la rendición de cuentas. La diferencia estriba en los colores políticos, no en los métodos. El problema es sistémico.



Quizá ha llegado el momento de que Juan Vivas —quien aún sostiene el timón del gobierno local— explique claramente qué supo de la forma en que Montoro gestionaba el poder, y por qué decidió legitimar con su apoyo y sus elogios a una figura que hoy es símbolo de una etapa oscura de nuestra democracia. Porque la lealtad, cuando se divorcia de la ética, deja de ser virtud para convertirse en rémora.



Ceuta necesita hoy más que nunca liderazgos valientes, con capacidad crítica y voluntad de romper con las viejas cadenas del clientelismo político. Lo que menos necesita es seguir prisionera de una “lealtad” que ha servido, demasiadas veces, para tapar silencios incómodos.

La opinión de Ceuta Ahora se refleja únicamente en sus editoriales. La libertad de expresión, la libertad en general, es una máxima de filosofía de este medio que puede compartir o no las opiniones de sus articulistas

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