Lunes, 20 de Octubre de 2025

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Ramón Rodríguez Casaubón
Viernes, 18 de Julio de 2025

La existencia cuestiona y sustenta la pregunta

Había una vez un niño sentado a la orilla de un pequeño riachuelo, tanto uno como el otro se observaban. El primero preguntó al segundo por el sentido de la vida. El agua fluía y cada instante que cada gota intentaba responder al niño se perdía en el movimiento de la entidad líquida. El niño se convirtió en hombre y seguía esperando respuesta mientras el pequeño río creció y su caudal aumentó. Continuaba respondiendo a la cuestión planteada por aquel infante ahora maduro, pero cada respuesta se perdía en la inmediatez de su discurrir hasta el mar. El crío fue perdiendo su pugna con el tiempo, y con plata en el cabello, mirada de luna cansada y piel por el sol castigada seguía preguntando por el sentido de la vida. El río por aquel entonces se hubo secado y a la cuestión ya no respondía y fue en ese preciso instante cuando aquel niño descubrió el sentido de la vida.

 

         La existencia no es tan solo un hecho dado, sino la consecución de un proceso dinámico que nos obliga a dialogar con nosotros mismos desde el cuestionamiento crítico amparado en la reflexión. La búsqueda de respuestas es la base de la conciencia y la duda la llama que mantiene encendida la luz del conocimiento amparada en la innata curiosidad del ser humano. Este complejo entramado de necesidades y deseos nos proporciona los instrumentos y el contexto para hacerlo. A la par que vamos dejando las huellas de la expectativa en el camino andado. El sentido de la vida es la propia pregunta. Si no hubiera interpelación nos encontraríamos en un universo gobernado por la estabilidad, lo rutinario, lo inmutable. En definitiva la pregunta no es el medio, es el fin, se convierte en la grieta por la que penetra triunfante, a la par que brillante, la luz del movimiento. Lo mutable se erige como verdad. No debemos quedarnos expectantes ante una revelación final, sino iniciar la búsqueda de la incertidumbre como única y auténtica manera para dotar a la existencia de sentido.

 

         La vida se transmuta en una dualidad tensionada entre el espíritu del desconocimiento y el alma de la búsqueda. En esa tensión reside la posibilidad de libertad, creación y trascendencia.

 

         Podría acudir a filósofos varios para apoyar lo expuesto hasta ahora, por ejemplo a Camus y El mito de Sísifo, o a Sartre y su concepción del hombre desde el existencialismo en El ser y la nada, o a Lévinas y “el otro”, pero prefiero hacerlo en El Principito, ni tan siquiera digo Saint-Exupéry. 

 

         Somos nosotros quienes decidimos, al menos en nuestro mundo cotidiano: “El sentido de las cosas no está en las cosas mismas, sino en nuestra actitud hacia ellas” y el dinamismo junto a la voluntad son el comienzo de la solución: “Mirad, en la vida no hay soluciones, sino fuerzas en marcha. Es preciso crearlas, y las soluciones vienen”.

 

         Si bien la realidad está muy próxima a la expresión que dijera Soul Etspes: “La existencia cuestiona y sustenta la pregunta”.

 

         

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