¡Qué bien le está viniendo a algunos que llevemos varios días abriendo telediarios con la situación en Torre Pacheco!

Aquellas noticias acerca de Cerdán, Koldo, Ábalos, Aldama han pasado a un segundo o tercer plano. ¿No daban más de sí? Habría que plantearse si no daba más de sí la noticia o los afectados por la misma, tanto los supuestos implicados como, especialmente, los afectados de algún piso más arriba.

Había que cuadrarlo todo. El caso Ábalos (para muchos el nuevo, reitero, nuevo caso PSOE) estaba llevando a nuestra querida UCO a adentrarse en unos terrenos un pelín escabrosos, que afectaban a los cimientos políticos del ocupante de La Moncloa. Y eso había que pararlo sin que se notara mucho, pues, había que hacer coincidir la aprobación de una Ley que parase los pies a la UCO y que no siguiese investigando, con la necesidad de efectuar un pago impacientemente esperado por el independentismo catalán para que la Ley aludida, bajo el apelativo de Ley Bolaños, se apruebe en próxima sesión parlamentaria. Todo ello tratando de evitar que ese nuevo pago, que afecta al principio de igualdad de todos los españoles, no hiciese mucho ruido entre la opinión pública. ¿Cuántas noticias han visto al respecto? Algún titular, dos ratos de tertulia televisiva y poco más. Las carreras de la Guardia Civil tras unos y otros en Torre Pacheco vendían mucho más que unos cuantos entendidos en leyes, intentando explicarnos lo que nos jugamos, mientras Pedro manosea a su capricho nuestras instituciones y corpus jurídico para tratar de salvar su asiento. 

Mejor el morbo de una herida abierta en la cabeza que la brecha, difícilmente suturable, de una Nación camino de dejar de serlo. Eso sí, todo muy justificado, muy ajustado a la misma Constitución que permite todo aquello que no está prohibido. Algo de lo que se han percatado los enemigos (esos que asesoran a nuestros hermanos catalanes, aún a su pesar), antes que quienes vivimos bajo su supuesta protección. Y así nos está yendo a unos y a otros.

Lo de Torre Pacheco, municipio de Europa, va a durar el tiempo que interese a todos esos. El tiempo que vean que los argumentos que enarbolan caen por su propio peso, y porque el culpable, al que señalan, es el aquel tras el que cada vez se sitúa una parte cada vez mayor del pueblo español, el que se siente acosado en su vivir cotidiano. 

El mismo pueblo que mira a Europa y se ve venir, por fin, la realidad que asola tantos lugares de Los Pirineos hacia arriba. Esa realidad que ha llevado a nuestros vecinos europeos a confiar, cada vez con más intensidad, en esos partidos a los que vistieron con tanta etiqueta y hoy, donde no dirigen los destinos de su nación, condicionan las políticas priorizando antes el interés de los connacionales. su seguridad, sus costumbres, su fe, sus tradiciones, frente a las imposiciones procancelatorias de lo que siempre se ha sido. 

Vean Italia, vean Polonia, vean Hungría. Allí como en Bélgica, Francia, Austria, Alemania, y otros tantos países, admírense, se ha perdido el miedo a votar por aquello que defienda lo suyo. Algo tan lógico, aquí aún se tilda de fascismo. 

Esperemos que, siguiendo nuestra costumbre de ir siempre detrás de lo que ocurra en Europa, no dejemos de imitar esta. Nos va el futuro en ello.