Lunes, 20 de Octubre de 2025

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Think Tank Hispania 1188
Sábado, 12 de Julio de 2025

China no coopera: coloniza. El nuevo imperio que avanza sin ejércitos pero con contratos, deuda y silencio

Durante años, se ha vendido la narrativa de un “ascenso pacífico” de China. Como si el coloso asiático, surgido de las ruinas del comunismo maoísta, hubiera adoptado una vocación altruista y equilibrada para convivir con el resto del mundo. Pero esa imagen —cuidadosamente cultivada por los aparatos de propaganda chinos y repetida con ingenuidad por burócratas occidentales— es profundamente falsa. 

 

China no está cooperando. Está colonizando. 

Y lo hace con una estrategia mucho más refinada que las potencias coloniales del siglo XIX. Ya no hay cañoneras ni virreyes. Ahora hay contratos blindados, deuda impagable y control estructural de sectores clave. 

 

I. África: el continente cercado por la diplomacia de la trampa 

China es hoy el mayor socio comercial de África, y también su mayor acreedor en muchos casos. Pero el precio de esa “ayuda” es una progresiva pérdida de soberanía real: 

 

Ferrocarriles y represas construidas por empresas chinas… operadas por ellas durante décadas. 

 

Puertos estratégicos en manos de corporaciones estatales chinas. 

 

Minas y yacimientos entregados como “colateral” de préstamos imposibles de pagar. 

 

Zambia ya ha caído. Kenia lucha por no ceder su sistema ferroviario. Y otros tantos países han aprendido demasiado tarde que la deuda china no se negocia: se ejecuta. 

 

 

 II. América Latina: el próximo bastión del nuevo imperio 

América Latina, con sus vastos recursos y Estados débiles o endeudados, es hoy la presa perfecta. En los últimos quince años, China ha inundado la región con promesas de inversión e infraestructura: 

 

En Argentina, las represas del sur y los acuerdos sobre litio son controlados por empresas chinas. 

 

En Ecuador, el petróleo del futuro ya está vendido para pagar créditos pasados. 

 

En Bolivia, el litio ha sido entregado sin soberanía tecnológica ni control nacional. 

 

En Venezuela, China se ha convertido en sostén geopolítico de una dictadura fallida… a cambio de su petróleo. 

 

China no impone valores, ni exige reformas democráticas. Lo único que exige es obediencia económica, silencio político y acceso irrestricto a recursos estratégicos. 

 

 

III. El método chino: deuda, infraestructura y control 

La clave del modelo de colonización chino es su combinación letal de: 

 

1. Financiamiento masivo a través de sus bancos estatales, sin condiciones morales ni institucionales. 

2. Ejecutores propios: empresas chinas que construyen, operan y, a menudo, explotan por décadas. 

3. Cláusulas contractuales opacas, que permiten embargos de activos estratégicos en caso de impago. 

 

Esto no es ayuda al desarrollo. Esto es una transferencia de soberanía a cambio de efectivo rápido. 

 

 

IV. El relato de la “alternativa al imperialismo occidental” 

Uno de los mayores éxitos del régimen chino ha sido su narrativa anticolonialista: se presenta como “hermano del sur global”, como alternativa al intervencionismo occidental. Pero esa fachada cae cuando se examinan los hechos: 

 

No hay transferencia real de tecnología. 

 

No hay fortalecimiento institucional. 

 

No hay respeto por el medio ambiente ni los derechos laborales. 

 

No hay verdadero desarrollo sostenible. 

 

China no viene a liberar a nadie. Viene a sustituir al amo colonial europeo por un nuevo señorío burocrático, digital y autoritario. 

 

 

V. Conclusión: frente al Dragón, soberanía o sumisión 

Desde el Think Tank Hispania 1188, hacemos un llamado urgente a las naciones hermanas de África y América Latina: 

 

No hay colonización amable. No hay imperios filantrópicos. 

 

El futuro no está en elegir entre Washington o Pekín. Está en recuperar soberanía, proteger recursos y construir alianzas que respeten la dignidad de los pueblos. 

 

China ha demostrado que puede construir sin preguntar. Pero también que puede adueñarse sin rendir cuentas. 

 

Y si no reaccionamos ahora, el siglo XXI no será el de la libertad 

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