
Hoguera de sabios: el suicidio cultural de las universidades occidentales
Hubo un tiempo —no tan lejano— en que las universidades eran catedrales del pensamiento. En ellas se adoraba la verdad como valor supremo, se debatía sin miedo, se discutía con lógica y se discrepaba con respeto. Allí nacieron los grandes nombres que levantaron la civilización occidental: Newton, Aristóteles, Pasteur, Unamuno, Ramón y Cajal, Descartes, Erasmo. Pensadores que no se sometían a dogmas porque su única religión era el conocimiento.
Hoy, muchas de esas universidades que se creían faros del saber se han convertido en hoguera de sabios. Literalmente. Ya no iluminan: queman. Quemaron a los clásicos. Quemaron a los disidentes. Y ahora pretenden quemar la propia realidad.
¿Su instrumento? La cultura woke: esa pseudorreligión laica que no busca enseñar sino reeducar, no iluminar sino censurar, no formar individuos sino moldear súbditos ideológicos.
En nombre de la inclusión, excluyen.
En nombre de la diversidad, castigan al diferente.
En nombre de la justicia, instauran tribunales morales.
Y en nombre de la ciencia… silencian a los científicos.
Universidades que antaño protegían el pensamiento libre, hoy lo apedrean.
Profesores son despedidos por cuestionar dogmas de género. Investigadores son marginados por publicar hallazgos biológicos que contradicen el credo woke.
Estudiantes son adoctrinados para no pensar, sino para repetir eslóganes. Y todo se hace con una sonrisa posmoderna y un falso aire de superioridad moral.
Pero la verdadera sabiduría —la que brota de siglos de observación, de método científico, de respeto por la naturaleza humana— no se somete a modas. Y la verdad no cambia porque ofenda. Ni la biología porque moleste. Ni la historia porque incomode.
Estas universidades ya no son templos del saber. Son hospitales mentales del pensamiento, donde se anestesia la razón y se pastorea a jóvenes brillantes hacia la mediocridad conformista.
¿Y qué queda del legado ilustrado?
¿Dónde están hoy los Voltaire, los Hume, los Ortega, los Popper?
Silenciados. Cancelados. Reemplazados por gurús identitarios, expertos en victimismo, sacerdotes del absurdo. Donde antes se exigía demostrar, ahora basta con “sentirse ofendido”.
Mientras tanto, se cierran las puertas a la naturaleza, a la lógica, al arte, a la belleza.
Mientras tanto, se enseña a desconfiar de la ciencia si contradice la narrativa, a odiar a los padres si son tradicionales, a despreciar a los abuelos si son sabios.
Occidente está traicionando su propia alma. Y el epicentro de esa traición son muchas de sus universidades, convertidas en trincheras del resentimiento cultural.
Epílogo: En defensa del fuego verdadero
No toda hoguera destruye.
El fuego también purifica.
Y quizás ha llegado el momento de levantar una nueva hoguera, pero no para quemar libros, sino para fundir nuevamente la verdad, el coraje y el pensamiento libre.
Porque si seguimos permitiendo que Harvard, el MIT o la Sorbona prefieran “sentires” sobre hechos, ideologías sobre descubrimientos, o eslóganes sobre principios, lo que arderá será el futuro mismo. Y entonces será tarde.
Porque una civilización que renuncia a la verdad, renuncia también a su derecho a perdurar.
No necesitamos universidades inclusivas. Necesitamos universidades valientes.
No necesitamos aulas seguras. Necesitamos mentes fuertes.
Y no necesitamos más dogmas. Necesitamos volver a pensar.
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