
Cuando el Mundo se Parte en Dos: Kazajstán, Taiwán y el Ocaso de la Coherencia Occidental
Mientras los satélites estadounidenses sobrevuelan Groenlandia calculando futuros minerales, tropas rusas cruzan discretamente la frontera norte de Kazajstán.
Al otro lado del mundo, portaaviones chinos rodean Taiwán. En Washington, nadie quiere hablar de guerra. En Bruselas, nadie sabe qué hacer. Y el granjero de Iowa sólo quiere que el maíz no suba de precio.
Algo ha cambiado profundamente en el equilibrio global. Lo que durante décadas fue una estructura de poder articulada por Estados Unidos y sostenida moralmente por Europa, empieza a desmoronarse en el silencio de dos movimientos simultáneos y aparentemente desconectados: la sombra militar rusa sobre las regiones rusófonas del norte de Kazajstán, y la amenaza tangible de una “reunificación” china con Taiwán.
El largo brazo de Moscú: Kazajstán como eco de Ucrania Kazajstán no es Ucrania. Es más grande, más frío, más vacío... pero también más estratégicamente vital. Comparte la segunda frontera terrestre más larga del mundo con Rusia y posee regiones enteras con población étnica rusa, herencia directa de la era soviética. Para Putin, que no actúa como un jefe de gobierno sino como un Zar de misión histórica, el control de esos territorios es una cuestión casi metafísica.
Y lo que aprendió de Ucrania es claro: la respuesta occidental es lenta, fragmentada, y moralmente vacilante. Lo suficiente como para justificar, una vez más, una “intervención para proteger a los compatriotas rusos”.
China y Taiwán: no es “si”, es “cuándo”
Xi Jinping no está improvisando. Cada maniobra en torno al Estrecho de Taiwán forma parte de una estrategia de decenios. El Partido Comunista ha convertido la “reintegración” de Taiwán en un pilar innegociable de la narrativa nacional. No es sólo un objetivo militar: es un dogma histórico-cultural.
Si China decidiera finalmente lanzar un movimiento militar sobre Taiwán justo cuando Rusia presiona en Asia Central, el mundo se encontraría ante un escenario de disuasión imposible: dos superpotencias actuando al unísono en extremos opuestos del tablero. Y Occidente... mirando.
Estados Unidos: entre el Pacífico y un maizal
Estados Unidos, teóricamente garante del orden global, ya no tiene la voluntad interna para sostenerlo todo. Su polarización política, su fatiga de guerras sin victoria, y su dependencia económica de la estabilidad bursátil, han erosionado el músculo moral que alguna vez lo empujó a Normandía o Corea.
La ciudadanía media no entiende por qué morir por Taiwán o Kazajstán, y el sistema político está atrapado entre cálculos electorales y eslóganes vacíos. Mientras tanto, invierte tiempo, dinero y presión diplomática en proyectos como aumentar su influencia en Groenlandia, como si el futuro del mundo dependiera del permafrost ártico.
Europa: atrapada, sola y sin doctrina
Y Europa, ese continente civilizado y envejecido, mira con horror pero sin pólvora. El modelo posbélico de bienestar y diplomacia se encuentra, por fin, ante un mundo que ya no cree en tratados, sino en esferas de poder.
Alemania no está lista para liderar. Francia no tiene músculo para hacerlo. Reino Unido está fuera del juego europeo. Y Europa del Este teme ser la siguiente ficha.
En otras palabras: Europa ha perdido el centro y no sabe si mirar a Washington o levantar sus propias trincheras.
El gran vacío estratégico
Lo que se abre ante nosotros es una bifurcación civilizatoria. No es sólo que Rusia quiera más territorio, o que China quiera una isla. Es que el mundo bipolar del siglo XX ha muerto, y el multipolar aún no ha nacido.
Y mientras tanto:
Moscú actúa.
Pekín planifica.
Washington duda.
Bruselas calla.
El futuro se decidirá por quienes tienen voluntad, no por quienes tienen valores. Y esa es, quizás, la tragedia más profunda de este siglo.
Epílogo: ¿Y si Groenlandia fuera el símbolo?
Tal vez haya algo poético, y trágico, en el hecho de que Estados Unidos presione por comprar Groenlandia mientras el mundo se recalienta, se rearma y se fractura. Tal vez Groenlandia no sea sólo hielo: es la metáfora de un Occidente que busca territorio sin estrategia, riqueza sin riesgo, y liderazgo sin sangre.
Pero el poder real —el que cambia mapas y crea imperios— nunca se consigue sin voluntad de sacrificio. Y eso, por ahora, lo tienen otros.
Mi admiración y agradecimiento al Vicepresidente del Think Tank mi sobrino JOTA cuya genialidad en cada conversación me sirven de inspiración y que sin duda es el mayor talento y talante del grupo.
Análisis Estratégico – Junio de 2025
Por Jesús María González Barceló
Presidente del Think Tank Hispania 1188
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