
Hacer frente a la vagancia. Quizá quede poco…
¿Para qué les pagamos a estos? Plenos, comisiones, reuniones, conferencias y, al final, para qué. 4 leyes en 6 meses, alguna de ellas simples modificaciones y apenas repercusión alguna de las mismas en nuestras vidas.
¿Cómo se tapa tantísima inutilidad? Con bronca. Bronca política cotidiana. sin compasión, para complacer al público ávido de morbo, al que se le mantiene ajeno a su propia realidad y a la verdad que le circunda: todo es mentira.
Cual si fuera una herramienta auxiliar de la que tirar en momentos difíciles, la bronca, normalmente asentada sobre la corrupción, les viene como anillo al dedo para rebajar su nivel de trabajo.Tipos que se citan, primero para darse la mano, después para tirarse los trastos a la cara, en un teatrillo que ya cuenta con poco público y aún menos fans de los personajes ¡menudos personajes!
Si, como en el fútbol, la política dependiera de los resultados, hace mucho tiempo que nuestro elenco político, especialmente los actuales autodesignados para labores de gobierno -nadie les votó para eso-, habría dejado de moverse en ligas de ámbito profesional. Todo su palmarés se reduciría a una derrota tras otra, en alguna ocasión, por incomparecencia.
Por ahondar en el insulto. Consideren el hecho de que disponemos, bueno, disponer sería exagerar, digamos que forman parte del gobierno hasta 23 ministros, el consejo más amplio de la historia, para poder contentar a toda la conjunción de podemitas, esos que bocabajean a diario con los desbarres de quien les preside, ese que asume órdenes de quien le mantiene, ya saben, con dirección postal en Waterloo. Pues, entre todos esos, sólo 4 leyes en 6 meses.
Todo el peso del trabajo recayendo sobre una oposición harta de presentar iniciativas que, si bien retrata al gobierno en su continua negativa a atender cualquier cosa que venga de la derecha (la de verdad y la impostada), todo termina conduciendo de nuevo al enfrentamiento, a convertir una vez tras otra el texto en el pretexto para que el fango emerja, incluso de la propuesta más inocente. Como si ese fuese el fin para el que cobran.
Lo mejor de todo es el retrato que les mencionaba, queda de todo en evidencia. Lo peor es lo que nos queda a nosotros.
Nuestra sociedad no ha vivido una sola legislatura sin que la corrupción haya dejado de ser nuestra compañera de viaje, por mor de una clase política a la que, a los hechos me remito, nunca se le ha querido poner coto.
Y a esta sociedad narcotizada y sumisa, entregada a los brazos de quien cubre sus necesidades inmediatas y primarias sin escrúpulo alguno, no le espera más voluntad del legislador que imaginar la posibilidad, de la que hasta ahora se ha apartado eligiendo siempre a los mismos, que dar un golpe en la mesa (con sus votos), y apostar por ese hilo de sentido común que reafirme el paso de nuestra Patria que lleva demasiados años andando dando bandazos.
Quizá nos quede poco para que nos quede todo por delante. Pero tratándose de España, siempre y todo, merecerá la pena.
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