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Rachid Sbihi Ahmed
Miércoles, 04 de Junio de 2025

Entre el agua y el alambre: El drama humanitario en los espigones de la muerte

La frontera sur de Europa, particularmente en los puntos más extremos de Ceuta —el espigón del Tarajal y el de Benzú— se ha convertido en un símbolo de la desesperación, la desigualdad y la ceguera política. 

 

Allí, entre el mar y las rocas, entre los bloques de hormigón y las aguas que separan África de Europa por apenas unos cientos de metros, se libra una tragedia humana que como he expresado en más de una ocasión, parece haberse normalizado. 

 

Cada año, decenas de jóvenes, en su mayoría procedentes del vecino país, arriesgan sus vidas nadando alrededor de esos espigones de la "muerte" para eludir los controles fronterizos. 

 

Huyen  simplemente por falta de futuro y oportunidades en su pais. 

 

Lo hacen sabiendo que la muerte puede aguardarlos en cualquier momento en el frío de la noche.

 

Algunos logran llegar. Otros no. Y sus cuerpos aparecen días después flotando en el mar, o ni siquiera eso.

 

El periódico "El Pueblo de Ceuta" publicaba el pasado sábado día 31 de mayo lo siguiente:

 

"Cada 13 días se halla el cadáver de un migrante en Ceuta. El número de cuerpos sin vida rescatados hasta mayo, iguala al de víctimas mortales por violencia de género en toda España".

 

El dato es, simplemente estremecedor, pero no esperen  declaraciones institucionales ni minutos de silencio. Son pobres.

 

El último fallecido fue localizado el pasado día 26 de mayo en aguas próximas al Parque Marítimo del Mediterráneo, justo en la semana en la que estas instalaciones abrían sus puertas a los bañistas y se inauguraba oficialmente la temporada de baño. 

 

Un claro ejemplo de que los espigones no solo separan dos continentes; separan dos mundos: uno que puede moverse con libertad y otro que solo puede aspirar a sobrevivir.

 

El drama del Tarajal no es nuevo. Desde aquel trágico 6 de febrero del 2014, en el que quince personas murieron ahogadas mientras intentaban alcanzar la playa, el goteo de muertos no cesa, por la desesperación de quienes siguen intentando cruzar, cada vez con más riesgo, empleando en muchas ocasiones para lograr su objetivo hasta diez horas de travesía a nado y arrojandose al mar desde  playas situadas a varios kilómetros del espigón. 

 

La ruta de Benzú es también muy peligrosa. Allí, las corrientes son traicioneras,  pero los nadadores siguen llegando, desafiando la niebla y los temporales.

 

Lo hacen en muchas ocasiones de noche, en silencio, sabiendo que un paso en falso no solo significa su muerte, sino el olvido.

 

Es inaceptable que la frontera de una Europa que se reclama defensora de los derechos humanos, se haya convertido en un escenario habitual de muerte. 

 

La respuesta institucional sigue anclada en una lógica de contención, de blindaje, de "eficacia" migratoria, pero sin una mirada real sobre las causas ni sobre las consecuencias. 

 

La externalización de fronteras a países como Marruecos ha desdibujado aún más la responsabilidad europea, convirtiendo el drama humanitario en un asunto "externo".

 

Pero lo que ocurre en el Tarajal y en Benzú no es un asunto marginal, es un espejo incómodo de lo que somos. Cada cuerpo ahogado allí es el resultado de políticas que han priorizado el control sobre la dignidad, la seguridad sobre la compasión.

 

Europa no puede seguir permitiendo que su frontera sur sea un cementerio y escenario de una de las crisis humanitarias más graves del continente. Las tragedias en la ruta migratoria hacia España han dejado miles de muertos y desaparecidos.

 

El diario IDEAL publicaba también el pasado sábado día 31 de mayo que "dos migrantes mueren o desaparecen al día cruzando en las rutas que dirigen a Almería".

 

Según la ONG Caminando Fronteras, en 2024 murieron al menos 10.457 personas en las rutas migratorias hacia España. La mayoría de las muertes ocurrieron en la ruta atlántica hacia Canarias, seguida por la ruta argelina, el Estrecho y la ruta de Alborán. Entre las víctimas se cuentan 421 mujeres y 1.538 menores, lo que evidencia el impacto devastador de estas rutas sobre las poblaciones más vulnerables.

 

Son necesarias políticas migratorias mas justas y solidarias, un compromiso real con los derechos humanos y una vía legal y segura para quienes, por las razones que sean, buscan una vida mejor. 

 

Mientras tanto, no nos cansaremos de denunciar que los espigones de la "muerte" seguirán siendo una herida abierta y cada nuevo ahogado, un fracaso colectivo de nuestra sociedad.

 

La opinión de Ceuta Ahora se refleja únicamente en sus editoriales. La libertad de expresión, la libertad en general, es una máxima de filosofía de este medio que puede compartir o no las opiniones de sus articulistas

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