
No hay manera
No termina de aclarar su futuro judicial un secretario de organización socialista, cuando comienzan a cumplimentarse documentos policiales, y también judiciales, de su sucesor en la misma organización con asuntos del mismo tenor, esto es, la corrupción. (Valoren el hecho parándose en que ese cargo es el de responsable de la designación de muchos de los dirigentes en su organización).
Como diría aquella canción, tan escuchada en la espera durante los mítines de VOX, no puedo vivir sin ti, no hay manera. Porque, efectivamente, el mangoneo ha sido un no parar desde aquellos primeros escarceos con la avaricia política de finales de los 80, y de casi todos los 90, que comenzaron a reflejarse en la prensa de la época, que nos traía, casi a diario, cómo sucumbían a la tentación por apropiarse de cuanto pudieran cargos y más cargos del PSOE, de todo lo que les fue confiado de la cosa pública, aquello que por su propia condición, como diría el tal ZP, no era de nadie. Y, hombre, de nadie, de nadie… sí que era. Tanto es así que hubo, incluso, alguno de ellos que terminó, como mínimo, inhabilitado judicialmente, si es que no pisaba la sombra de la trena. Después vendría el turno del PP, quienes tampoco se cortaron.
El historial del paso de unos y de otros, por el único poder que aún no ha sido colonizado del todo por el proceder socialista de estos últimos años, ya saben, el judicial, ese paso, debe ocupar registros a cientos de los que se toman a las entradas de los juzgados de España, motivo que debiera ser de vergüenza para todos, y que no parece serlo, a la vista del mantenimiento de la confianza del electorado en todos aquellos, y en sus sucesores, que han terminando claudicando en demasiadas ocasiones en los mismos defectos.
Y esta es la España política que tenemos, la que nos legaron, y la que nosotros parecemos empeñados en legar, sin importar la imagen que durante décadas venimos dando ante el Planeta, cual si ello fuere un mérito del que presumir.
Nos han acostumbrado a su forma de ejercer el poder…, lo han convertido en parte de la cotidianeidad de España, que un día se levanta escandalizada y, al siguiente, las excusas calman la mínima pretensión de revuelta ante el proceder de nuestos gobernantes. Después llegarán los medios a continuar su papel, en esta representación en bucle de la que ¿la mayoría? insiste en seguir disfrutando.
Efectivamente, no hay manera. Como en esos grandes musicales que se mantienen, generación tras generación, representándose en teatros de Madrid y Barcelona, en la que los artistas cambian, quizá los avances tecnológicos les permiten ciertas mejoras, pero la obra sigue y continuará siendo la misma, pues la política española remeda, imita, ese comportamiento. Pero la política, como el teatro, no es ajena al devenir del tiempo e, igual que finalizan las representaciones teatrales, también conoce el telón final el proceder rutinario de la política que siempre ofrece el mismo guion. Porque, al contrario que el político en relación a la corrupción, el español sí que puede vivir sin ella, de hecho, lo hace a diario.
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