No, que no se confunda Pedro, él no es aquel Pedro. No confunda nadie a España con este Pedro que se confunde a sí mismo.

No debe confundirse Pedro con aquel cuyo 266 sucesor recibió la tierra hace pocas horas (aunque a más de uno ya le gustaría que ocupase su sitio), porque no fue llamado para identificarse como la piedra basal de nada, ni cimientos de ningún tipo, más bien lo contrario a la luz de los acontecimientos.

Ni debe confundirse a España con el tal Pedro, porque no fue nunca España Tierra de tramposos, ni de hijos sin principios. Por más que de todo siempre haya existido una excepción y ahora nos esté tocando sufrirla.

Porque ninguna otra cosa ha representado y representa este Presidente de Gobierno. Ese con quien hay que esperar que haga todo lo contrario que anuncie.

El que no dormiría tranquilo con Podemos como socio. El que trazó líneas rojas contra Bildu (¿verdad, Carmen Calvo? Rojas, rojísimas, como la estola de un cardenal eran las líneas). El que nunca iba amnistiar a separatistas, y no consentiría nada de lo que pidiesen. El que entendía que sin presupuestos no se podía continuar gobernando. El que con Israel no quería nada. El que con Putin y Rusia no había ningún negocio que hacer. El que a Israel había que apartar de todo trato. El que creyó en la justicia a pesar de todo, con su mujer, su hermano y miembros de su gobierno con las togas en sus cogotes. El que si necesitan ayudan, que la pidan…

No el no es ningún Pedro para ir a Roma en busca de un lugar de privilegio en el entierro de Francisco, porque el primero que no quiso el menor boato fue el propio Papa. Y él con eso no puede, es superior a su ego. Y si, por si fuera poco, ve a Su Majestad el Rey varias filas por delante, no iba a ganar para ansiolíticos. 

Encima en la ciudad que le iba a apuntar con todos los dedos, la que dejó marcada para la Historia: "Roma traditoribus non praemiat", y ahí iba a estar él… junto a Zelenski y Trump, junto a Macron y Meloni, si es que alguno tenía algún interés en verle. Igual temía que le viesen acercándose a alguno de esos que conforman los BRICS, y para qué querríamos más.

No ha ido porque sobraba allí. Lo sabía y evitó la exposición mediática de un don nadie perdido entre casullas y solideos, y un luto que no le pega en absoluto al rictus descompuesto con el que últimamente se muestra a España.

La irrelevancia a la que ha llevado a España a nivel mundial de difícil resolución, requiere de la aclaración correspondiente que indicaba al principio. No, ni él es Pedro, ni España es el Pedro que la preside, ni como él. España siempre supo perfectamente dónde debía de situarse en cada momento, porque siempre lo ha sabido y lo ha hecho, incluso, en la legislatura zapateríl de infausto recuerdo (lo que estamos viendo después ya lo conocen).

Así pues, no, tu non es Petrus. Sánchez no es más que un Pedro al que llama Puigdemont para que siga poniendo a su disposición los caprichos que se le ocurran al prófugo catalán ultraderechista.