El objetivo es ganar el relato
Un relato, en aquellos tiempos en que necesitábamos oír de boca de alguien muy querido una historia para poder dormir, era sencillamente un cuento, era una fábula con moraleja que nos hacía entrar en la tierra de los sueños con plácida tranquilidad. Hoy se diría que la palabra relato tiene otro significado y todo ello gracias a esa clase política que es capaz de sorprendernos cada vez con una pizca más de incapacidad, quilos de ineptitud y toneladas de torpeza.
El relato ha pasado a ser el hilo conductor al que agarrarse para justificarse ante la sociedad, es decir, el andamio sobre el que sustentar las no siempre aceptables, acertadas y justas decisiones que suelen sacarse de esa manga que les financiamos. ¡Hay que ganar el relato, se dice en reuniones, tertulias, coloquios y secretos círculos en los que tratar de reconducir opiniones y doblegar convencimientos! Y así, como en aquella vieja cita periodística en la que se afirmaba que "la realidad nunca debe estropear un buen reportaje", los políticos se lanzan a adornar, manipular y dar la vuelta a sus acciones, a sus principios, maniobrando con celo para que todo cuadre en la estrategia de convencer al votante.
Pongamos un ejemplo : si estás decidido a hacer creer que el movimiento independentista es un compendio de dulzura, paz y alegre camaradería, no importa que las fuerzas y cuerpos de seguridad hallen un pequeño arsenal con explosivos a punto de ser montados y utilizados.
Por el contrario, has de mantenerte en el relato y no solo negar la mayor irresponsabilidad, sino pasar el amargo trago echando culpas a la policía salvando, aplaudiendo y ensalzando a los presuntos fanáticos saboteadores. ¡Qué fuerte! Si además se descubre que el cabeza del gobierno autonómico, estaba al tanto e incluso había manifestado presuntamente intención de colaborar, pues nada, un lacito, unos aplausos, una carta de protesta por la actuación policial y a otra cosa. ¡Esta es la España que vivimos hace ya bastante tiempo!
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