Cruzadas nacionalistas o el exterminio de la razón
Cuando en un entorno familiar o social aflora el rasgo perverso (narcisista) de una persona, la vida puede transformarse en un padecimiento en el que, además de sufrir el acoso, nos hagan sentir culpables de nuestro propio sufrimiento; pero cuando la perversidad (narcisismo) domina las instituciones o la política, entonces se convierte en una tragedia de consecuencias impredecibles.
Para entender qué es esto del narcisismo perverso en política, nada mejor que la frase de Pérez-Reverte hace un tiempo respecto a Pedro Sánchez : «vende a su madre, pero entrega la nuestra en vez de la suya». Lo mismo podríamos decir de Hitler o Stalin, que estuvieron dispuestos a dar a sus hijos para defender sus ideas en una guerra a la que a los que enviaron a morir fueron realmente a los hijos de los demás.
Y el ejemplo más reciente es el conflicto de Rusia con Ucrania, gobernadas ambas por esa perversidad (narcisismo) armada por los ejércitos occidentales más poderosos. La perversidad también está detrás de esos pequeños monstruos nacionalistas que fragmentan la comunidad global con esa estúpida idea supremacista de considerarse superiores a los demás. Nacionalismos como el catalán, vasco o gallego no saben de lógica, empatía, justicia ni misericordia, enfrentando a hermanos con hermanos.
En un tiempo en que está mal visto pensar, nos han vendido, y muchos han comprado, los valores de una democracia en la que no cuenta la opinión de todos. Preocupan estas cruzadas nacionalistas autocomplacientes de su propia identidad que ponen en riesgo la sociedad de bienestar y amenazan con el exterminio de la razón.
Ante la falta de una acertada visión, yo no opto por desertar de la participación política : participo porque deseo la España de hace unas décadas, la España que me enseñaron en casa, la España que me enseñaron durante mi formación educacional y académica.
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