Mientras el Mundo se moldea y remodela, rota sobre sí mismo como queriendo encontrarse para reencontrarse con sus propios errores, para congraciarse con ellos y no volver a repetirlos, o para reincidir en su desdén, y gira y se traslada una vez y otra, configurando nuevos pasos en la historia, de aquellos que ya se dieron, para volver a caer en los mismos errores. Mientras todo se sucede, yo me pregunto y les dirijo mi propia reflexión:

Si al español le importara nuestras leyes. Si el español se sintiese identificado con nuestras instituciones. Si nos sintiésemos representados por todo el cúmulo de políticos que elegimos para lo mismo. Si viésemos el reflejo de la confianza otorgada a cada uno de nuestros electos. Si el español no fuese únicamente a lo suyo y se involucrara más en lo que debe verdad le afecta, porque desde arriba se hubiera invertido algo en ello, quizá entonces nos halláramos como Grecia, Rumania o Serbia en estos días, reivindicando la atención que merecen sus vidas.

Pero no. Salvo extraña excepción, nos hemos limitado a ver cómo se establecían en sus escaños, y nosotros a olvidar reclamarles que asumieron unos compromisos desde sus promesas electorales. Las mismas que se diluyeron a la velocidad de sus firmas en el momento de la recogida de sus actas de diputados. Comportamiento quizá, una vez más, que refleja la reiteración de algo ya vivido, en ocasiones para bien, para mal otras veces. 

Miren si no el gran arquetipo, el gran modelo a imitar que ha supuesto en este siglo Alemania. Andan por allí anunciando pacto a la griega (CDU-SPD), es decir, populares + socialistas reeditan la alianza de Bruselas), que ya se sabe cómo terminó la legislatura pasada, llenando Alemania de los mismos a los que ahora pretenden deportar, erigiéndose ahora en adalides antiinmigración, cuando insistieron en dejar sembrada la semilla y los tallos de las mismas bien inhiestos, para importar el modelo inglés a territorio germano, llenando alcaldías y lánderes de representantes musulmanes, que ya estarán preparando sus partidos políticos para, desde dentro, reventar definitivamente el modo de vida de la tierra de Kant, Beethoven o Einstein. Así está ocurriendo en la de Churchill, Darwin o Shakespeare.

A partir de ahí deduzcan lo fácil que será que un pacto PP-VOX en España o no se produzca, o dure muy poco. Ya conocen que los dos grandes de España tienen sus referentes y sus condicionantes allende Los Pirineos, entre Bruselas y Berlín. Y es más fácil romper una alianza nacional que una supranacional, por más que ésta funcione a base de dar palos de ciego con las políticas que aplicar. Así le va a nuestro sector primario en toda Europa, a la seguridad de todos (especialmente, de todas), a nuestro modo de vida, a nuestra religión… Se dedicaron a diseñar una Agenda (la que falló en 2021, ahora sublimada para 2030) que todo lo derriba, y ahora quieren cuadrar círculos con poemas.

Es momento, pues, de no resignarse. De reconocer que toda supuesta innovación que se nos propone por los de siempre, nos llevará a lo de siempre, y que, sin tratar de invertir la dirección del Planeta, tenemos la opción de diseñar nuestro futuro sin prescindir de nuestro presente, lo que somos. Porque lo primero sin lo segundo, sencillamente, nos dirigiría a la nada.