Entre la ideología de la cancelación de unos, y la filosofía de la renuncia de los otros, sólo nos queda la posibilidad, como opción personal, de plantar firmes los pies, las piernas, a esta tierra de España y permanecer erguidos frente al nadismo al que se nos convida y dirige.

El vaciado de contenido de nuestra Nación, entregando nuestra tutela en demasiados y trascendentes asuntos a ese ente supranacional denominado Unión Europea, ha contribuido enormemente a desligarnos de forma progresiva a cuantos valores han ido forjándose en nuestra Patria, entregándonos a esa nada que antes hablaba, y que deja el terreno labrado para la irrupción intrusa de credo, leyes y formas de vida absolutamente ajenas a nuestro ser español.

Vean qué está pasando en Inglaterra (decenas de políticos musulmanes allanan el quehacer político, alejando a los británicos de su tradicional y democrática forma de proceder). Vean el viejo Benelux, los países nórdicos… Francia.

Y vean cómo distintos gobiernos comienzan a tomar medidas o a prometerlas, falsamente, como el ganador de las últimas elecciones alemanas. Visto lo mismo, entiéndase que las urgencias de hoy bien podrían haberse evitado, si no se hubiesen ninguneado los avisos de quienes, en todas esas naciones europeas, incluida España, sabíamos que la invasión y el reemplazo de todo cuanto hemos sido se había puesto en marcha, y promovido entre todos la aceleración de semejantes planes. 

Es el momento del mensaje que ponga a España por delante. El mensaje que abandere el compromiso y el cumplimiento del mismo sin ataduras, sin complejos. Yo conozco a los capaces de hacerlo, usted también. Si lo desean y aman a España, el carro de la conciencia nacional aguarda grueso pasaje, ávido de la conversación que tenga a España como hilo conductor.

Es hora, pues, de ir trabajando, voto a voto, para desterrar de cada órgano de representación nacional a cuantos prosiguen en su afán de desnaturalizar nuestra Nación. De, al menos, condicionar el cumplimento de semejantes políticas al contrapeso, justo y necesario, de la presencia de quienes se desvelan por poner a España, su historia y su presente por delante, en aras de no hipotecar en falso nuestro futuro y el de quienes nos sucedan.

Y si, para que me entendiere el inefable progrerío, fuere necesario expresarlo en su jerga, así lo haré. Es necesario implementar la legislación o derogación de leyes, inexorablemente, con perspectiva de Nación, no otra ni cualesquiera desde las que hasta ahora nos hayan impuesto. Porque sólo desde dicha perspectiva nacional, que a todos incluye, incumbe y obliga, la recuperación de lo nuestro, englobando nuestra seguridad y nuestra libertad, será un hecho.

Que unos desde la cancelación nos malvendan, y otros desde la renuncia se entreguen a los primeros (¿terminarán con el puño en alto también?), no significa que no exista la esperanza. No si nuestro patriotismo aún cobija algún rescoldo vivo en nuestro sentir de España. Ese escaso sentido del compromiso nacional al que nos pretenden condenar, nos obliga, al menos, a vivir sin perder de vista a España. Reconquistar el terreno perdido, desde ahí, no será tarea liviana; sí reconfortante. Se trata de España.